domingo, septiembre 11, 2005

La epidemia de la tontera

Mi tía cumplió el miércoles pasado 70 años. De todas las personas que conozco, probablemente ella es la mas asombrosa. Principalmente, por lo normal que es. Cuando uno la ve recuerda esas abuelitas alemanas que aparecen en los cuentos, esas que se sientan en una mecedora a tejer chalecos, escuchando música clásica con una taza de té. Bueno, en realidad mi tía hace eso. El asunto es que no solamente hace eso. Entremedio se las arregla para dirigir una empresa, malcriar a sus dos nietos, y hacer una base de datos de sus libros, que son aproximadamente 350. Y los ha leido todos. Lo cual nos lleva a otro hecho interesante acerca de ella. Lee en español, alemán e inglés. Y por lo que recuerdo, en su juventud también podía leer en italiano y francés, aunque dice que ha perdido la práctica.
Al verla, nadie diría que una persona fuese capaz de hacer tantas cosas. Y hacerlo todo bien. Ah, y toca piano, de paso. Cuando uno la mira, sentada en Tavelli del drugstore nadie imaginaría que esa tierna viejita pasó años con sus pies hundidos en el barro recolectando zanahorias en su parcela, ni que antes de eso vivió varios años en Alemania, donde además de aprender el idioma aprendió dos dialectos. Tampoco podría uno adivinar que conoció toda sudamérica mientras viajaba con un circo, donde su marido hacía los trucos eléctricos del mago.
Realmente, mi tía es una mujer asombrosa. Lo que me hace pensar, ¿por qué diablos no podemos hacer todas esas cosas? En mi caso, trabajo y estudio. Y apenas me la puedo con eso. ¿Qué meritos tengo? Bueno, aprendí un inglés bastante avanzado casi solo, puedo leer mucho, pero nada mas. Con el simple hecho de saber que mi tía hizo todas esas cosas que dije mas arriba y además fue ama de casa y crío a un hijo, mis méritos quedan reducidos a la nada misma.
No me siento particularmente amargado por el hecho. Ni envidioso. Simplemente, me asombra.
Siento ganas de hacer miles de cosas. De estudiar, aprender, leer, ver cosas, experimentar, de vivir. Creo firmemente en que cada experiencia conlleva una lección. Pero entonces me pregunto acerca de mis experiencias. Y en realidad no han sido muchas. O mejor dicho, si lo han sido, pero todas demasiadas parecidas. No creo que tenga que recorrer el mundo para que sean distintas. Pienso más bien que las exigencias de nuestra vida, donde pasamos más tiempo trabajando que viviendo, nos hacen caer en una monotonía peligrosa que insensibiliza. Pero al mismo tiempo, la única solución posible a esa monotonía es hacer cosas. Lo cual nos lleva a un círculo vicioso. Y sin embargo, veo a mi tía llegar a sus 70 años haciendo todas esas cosas, con toda su historia a cuestas, y pienso en qué diablos nos pasa.
¿Qué nos ha sucedido, entendiendo ese “nos” como raza, como para que cada vez hayan menos individuos así? Porque uno podría decir que en realidad siempre hemos sido así, y cuando alguien escucha hablar de alguien multidisciplinario es simplemente que los recuerdos acerca de esa persona han sido exagerados con el paso de los años. Pero mi tía está viva, la he visto hacer todas esas cosas, y sé que son ciertas. Sin embargo, cuanta más gente conozco, menos habilidades tienen. ¿Será la tele? ¿La educación? ¿El agua?
Cada vez es más común ver a gente que con suerte puede caminar y mascar chicle al mismo tiempo. Gente que pocas veces se dedica a algo más que su trabajo. Y generalmente, esa otra cosa es ver tele. Está bien, la gente ya no lee demasiado. Tampoco hace muchas cosas manuales, como tejer, pintar y esas cosas. Pero el problema no es tanto eso. El problema es que miran mal a quienes lo hacen. El gran problema de la ignorancia, es que genera intolerancia. No sabría explicar exactamente porqué sucede así, pero es un hecho. Y la gente ignorante desprecia a la gente que no lo es tanto. No sé bien porqué, pero probablemente sea porque de un modo u otro se sienten estúpidos frente a ellos, pero no hacen nada por ser más inteligentes. Y cuando son muchos los ignorantes, despreciando a los pocos que no lo son, suelen ganar. Por presión social. Sobre todo cuando eso le sucede a un niño, quien como es normal, no ha desarrollado lo suficiente su personalidad como para que no lo pasen a llevar.
Eso me parece grave.
Peor aún, no me parece solucionable.
¿Cuál es la gracia de ser bruto? ¿Dónde están las razones por las cuales vivir? Porque si uno no tiene el hábito de pensar, de reflexionar, y vive simplemente su vida día a día, ¿Cuáles son sus metas? ¿Cuál es la razón por la cual vivir? ¿Comprarse cosas? ¿Emborracharse todos los fines de semana viendo fútbol?

Admito que cuando uno empieza a leer, a reflexionar, a aprender cosas, tampoco llega a la felicidad. Como dice uno de los personajes de “The Matrix”, la ignorancia es una bendición, al menos en ese aspecto. Pero lo que sí sucede es que ve las cosas desde un punto de vista más amplio. Uno aprender a sentir con más intensidad. Y por lo tanto, cuando uno disfruta algo, el sentimiento es más fuerte.
O quizás esté equivocado. El problema es que nunca he conocido a una persona ignorante que haya escrito acerca de sus metas, sus razones por las cuales vive, y el sentido de su vida.

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