miércoles, agosto 31, 2005

No quiero crecer



How do you move in a world of fog that’s alwaysChanging things(…)I don’t wanna be filled with doubt(…)
How the hell did it get here so soon I don’t wanna grow up
The Ramones .- “I Don’t wanna grow up”

Pues eso. No quiero crecer. O sea, sí quiero, pero no me gusta. Mejor me explico.

Sucede que ya tuve que crecer. Que madurar. Se supone que es un proceso que se da poco a poco. Bueno, pues yo me salté varias etapas, se podría decir que tuve una versión resumida de algunas partes del proceso. Resumido a golpes.

No es gran cosa, realmente. Quiero decir, no soy el único en crecer a golpes. Es más, comprender eso fue parte del proceso. Crecí siendo como un hijo único, mi hermana es mucho mayor que yo y por lo tanto fue como una segunda madre. Después estaban mis padres, y nadie más. Cosas que pasan cuando uno crece lejos de la familia, lejos de tu país. Por lo tanto, pese a que mi familia nunca se ha caracterizado por alimentar el ego gratuitamente, crecí siendo alguien especial. Era el niño maduro, el viejo chico. Para dejarlo claro, basta con decir que cuando a un niño de ocho o nueve años lo castigan, suelen dejarlo sin plata, o sin salir con sus amigos, sin jugar a la pelota o algo así. A mí me castigaban prohibiendo leer mis libros y mis comics.
Yo era el niño despierto, el niño culto, el niño que había madurado prematuramente.

Como dije antes, era especial. Hasta que crecí.

No es que cambiase gran cosa al llegar a la adolescencia. Seguía leyendo. Seguía entendiendo esa cosa tan extraña que recién iba apareciendo en el mundo, llamado computador (sí, estoy hablando de esos lejanos principios de los noventa, antes de que nadie hubiese escuchado hablar de algo ahora conocido como Windows) pero ya no era especial. Creo que sucedió cuando llegué a Chile. Claro, yo había crecido en una ciudad bastante pequeña. Santiago era enorme. Mucha más gente. Y lo que sucede cuando uno se encuentra con mucha mas gente, es que empieza a ver distintos tipos de gente.

E inevitablemente te encuentras con personas que son más que tú.

Ya no era el más maduro, ni el que leía más, ni el más culto, ni el que más películas había visto. Diablos, si ya fue difícil aceptar que no era el único que conocía las bandas de musica que escuchaba. Ya no era único. Fue un buen golpe. Y eso, es un proceso de madurar.

Después de terminar el colegio, tuve que ponerme a trabajar. Cuando uno es adolescente, más o menos entre el fin de la educación básica hasta el fin de la educación media, un sufre bastante. Conozco pocas personas que realmente lo hayan pasado bien. Es más, me arriesgo a afirmar que aquellos que así lo recuerdan, han sufrido algo llamado amnesia selectiva. El asunto es que llega un momento, claro, en que empiezas a entender las reglas del juego. Eso, también se llama madurar. Y de una vez por todas, empiezas a sentirte cómodo con tu cuerpo, con tu vida, y las cosas se ponen buenas al fin, empiezas a disfrutar. La mayor parte de la gente hace eso en la universidad. Por lo menos, entre la gente que yo conocía. Pero lamentablemente, no tuve esa suerte. Yo tuve que trabajar. Y fue sólo hasta hace unos meses atrás que me d.C. cuenta que esa parte de la juventud, se me había ido. Trabajando, pensaba en poder estudiar. Claro, porque estudiar es muy importante. Pero también en tener una vida más normal, en tener una vida de estudiante, sin grandes preocupaciones, estudiando claro, pero también teniendo un montón de tiempo para salir con amigos, conocer gente, tomar cerveza y ese tipo de cosas. Pero resulta que trabajando, se me pasó la edad para hacer eso. Llegué a los 25. Mis amigos del colegio ya salieron de sus carreras, ya empezaron a ponerse serios, a vivir la vida real. Buscar un trabajo, cortarse el pelo, inscribirse en una isapre y una AFP, hacer la declaración de impuestos y todas esas cosas. Yo termino de estudiar este año y el próximo estaré haciendo todo eso también. O sea, seguiré trabajando, como lo he hecho casi todo este tiempo. Cuando cumplí 25 entendí todo esto, y si me achaqué no fue porque me estuviera haciendo viejo, sino porque me di cuenta que mi época de juventud despreocupada había pasado, nunca había existido ni iba a recuperarla tampoco.

Pero sigo sin querer crecer.

Los trámites me dan urticaria. La parte de ponerse a trabajar, ser responsable en lo que haga y ser relativamente bueno en el área en que trabaje, la conseguí. No fue fácil al principio, pero lo superé. La parte de hacer trámites, averiguar sobre planes de previsión y todo eso, me supera. Es una parte del mundo real que me aterra.

Mucha gente culpa a mis aficiones, mis pequeñas pasiones, como el origen de mi inmadurez. Que ver tantas películas de fantasmas y elfos, leer comics de superhéroes y escuchar metal son cosas de adolescentes, y como yo las sigo haciendo, significa que no he madurado. Falso. No he madurado porque recién hace unos meses me di cuenta, realmente, que ya se me había pasado el momento. Y tengo que empezar a reaccionar.

La idea, como comprenderán, no me agrada. O sea, cuando uno ya ha pasado el proceso, le parece que no es tan grave. Es como perder la virginidad. Cuando uno aún no lo ha hecho, se siente lleno de dudas, miedos e incertidumbres. Una vez que lo has hecho, te das cuenta que no era para tanto. Que en realidad, era algo muy sencillo, y se te olvidan todas las preocupaciones y angustias anteriores. Pero yo tengo buena memoria, me acuerdo de todo eso aún. Quizás eso me da alguna esperanza sobre esto de crecer del todo, de terminar de madurar. La idea de que quizás sea más simple de lo que parece, y que cuando llegue ahí me de cuenta que no era tan terrible ni difícil como creía, y listo, lo supere.

Ojala.

martes, agosto 30, 2005

La Pasión y la Nada.

"What you do is what you are "
Bad Religion. "At the mercy of imbecils"


Durante varios años, en mi adolescencia, sufrí de algo poco estudiado por la ciencia, pese a ser algo de bastante gravedad. Yo lo llamo "El Efecto Nietzschano". Es, básicamente, creer que porque uno lee mucho, especialmente filosofía (esto es más grave aún cuando se lee a Nietzsche, por supuesto, aunque no es estrictamente necesario), puede mirar en menos a todo aquel que no lo haga. Creer que uno es muy inteligente, y que cualquier persona que no reflexione sobre temas sesudos y se limite a ver telenovelas o fútbol es inferior a uno. En lo personal, eso me duró como cuatro años. Hasta que la vida, como siempre, me devolvió la humildad a base de patadas en el culo.
Después de eso, gracias a varias personas, aprendí a ver a las personas desde otro punto de vista. A ver lo bueno que hay en cada uno de ellos. Entender que hay cosas mucho más importantes en el mundo que la filosofía, y que los libros. Porque, las cosas que realmente importan, rara vez se encuentran en cualquiera de esas dos cosas.
Sin embargo, aún hay algo que no comprendo. Posiblemente, no lo podré comprender nunca. Y eso es la falta de pasión.
Alessandro Baricco escribió hace algunos años un libro llamado "Seda". En él, cuando describe a un personaje, dice lo siguiente: "Era, por otra parte, uno de esos hombres a los que le gusta asistir a su propia vida, considerando impropia cualquier ambición de vivirla. Se habrá notado que ellos observan su propio destino del modo en que la mayoría suele observar un día de lluvia".
He conocido a mucha gente así. Gente que no se mueve, sino más bien se deja mover por la inercia. Y a menudo he pensado sobre el porqué de ello, llegando a la conclusión de que es por falta de pasión.
Hay muchas cosas en la vida que me mueven. Algunas son materiales, indudablemente más fáciles de conseguir que las otras, que son espirituales. Y debo decir que esas cosas son bastante simples. Porque también creo que la belleza, y lo satisfactorio, se encuentra en las cosas simples. Una familia, hijos, un trabajo estable, un lugar donde vivir, poder permitirme ciertos placeres. No es nada muy complejo.
En cuanto a lo material, se puede dividir en tres categorías. Libros. Películas. Música. Y un buen pc, por supuesto. Quizás a otros les pueda parecer tonto, pero para mí son más que suficientes. Es más, son cosas que me impulsan a hacer cosas en la vida.
Me apasionan las buenas historias. Ya sean estas películas, novelas, comic books, series de televisión, videojuegos, animé, da lo mismo. Cuando me encuentro ante una buena historia, me apasiono por ella. Leer, o ver ese tipo de cosas, me hace sentirme vivo. Lo mismo pasa con la música. Hay miles de canciones que me hacen sentir cosas. Soy bueno sintiendo cosas. Todo eso me apasiona. Le da color a mi vida. La llenan, se podría decir.
Por eso no entiendo a las personas que viven sin nada de ello. No quiero decir con esto que tienen que gustar de las mismas cosas que yo, ni que tienen que ser igual a mí. Por ejemplo, pienso en mi hermanita. Ella y yo somos muy diferentes. En varias cosas, radicalmente opuestos. Durante mi época "nietzschana" discutimos mucho. No nos llevamos muy bien. Y eso era, en gran parte, porque yo era un estúpido engreído y soberbio. Y mi hermana no leía filosofía. A veces pienso que ella debería simplemente haberme cacheteado. Quizás así hubiese recuperado la humildad antes.
Con el tiempo, las cosas se arreglaron. Aprendí a ver más allá de mi mismo. También recordé algo. A mi hermana le apasionan las películas. Puede ver dos o tres en un día, igual que yo. Aunque en muy pocas ocasiones, vemos las mismas películas. Sin embargo, ella fue quien me llevó a ver películas cuando era niño. Las primeras películas sin monitos animados, las vi con ella. Y creo que la primera, fue Grease. Después vinieron cientos de películas. Las mejores, las viejas. Películas de Cary Grant, de Paul Newman, recuerdo haber visto todas las de Hitchcock con ella. Cuando crecí, me fui por el camino de las películas te terror, las de fantasía, las de ciencia ficción, las de acción. Ella, por su lado, prefiere las comedias, los dramas, las películas históricas. Sin embargo, aún vemos algunas juntos. O por lo menos, nos las recomendamos. Aún no puedo creer que ella, indudablemente haciendo un esfuerzo por comprender mi mundo bizarro y ñoño, vio las tres películas del Señor de Los Anillos. Enteras. Y las versiones extendidas, por lo demás.
Con mi hermana no hablamos mucho. No hace falta tampoco. Vivimos en mundos muy distintos, tenemos gustos muy diferentes. Pero una de las buenas cosas que nuestra madre hizo, fue hacernos comprender la importancia de la familia. Con eso basta, y después de toda mi tontera adolescente redescubrimos un lazo que no va a desaparecer. Y eso es bueno.
Porque por muy distinta a mí que sea mi hermana, y aparte del pasado, de toda una vida juntos, nos une la pasión por ver películas. Por leer libros también.
Ella representa muy bien una lección de vida que me costó aprender, pero que finalmente entendí. Que la gente, aunque sea distinta, aunque guste de cosas que uno no entienda, es igualmente valiosa y respetable.
Entonces vuelvo a la reflexión que me hizo escribir esto. A no entender a la gente que no tiene una pasión en sus vidas. Porque después de entender a las personas que eran distintas a mí, me encontré con que a pesar de ello, no comprendo a las personas que son tan distintas. A las que lo único que hacen cuando viven sus vidas, es ver tele o ver fútbol. Que pasan el día hablando de la portada de las últimas noticias, de lo que dieron el día de ayer en la tele, o del escándalo farandulero de la semana. La gente que ve su vida sin participar en ella. Porque la vida, más allá de los proyectos a largo plazo que uno tenga, se compone de lo que sucede día a día. Y de lo que uno hace para rellenar esos días.
Cuando estaba en el colegio, en mi grupo más cercano de amigos éramos buenos para leer, para escuchar música, y todo eso. Pero uno de mis compañeros no participaba mucho de ello. Sin embargo, en uno de los trabajos de filosofía, escribió algo que mi querido profesor y maestro recalcó, y que he recordado a pesar del paso de los años. Era algo así como esto: "los hombres se diferencian, unos de otros, por la intensidad en la que sienten".
Aún no entiendo a aquellos que no sienten.

lunes, agosto 29, 2005

Un pecador y dos monjas viejitas.
A veces pasa que me quedo con la mente en blanco. Lo curioso es que no por eso dejo de pensar, sino que es mas bien como que no puedo contentrarme en nada a voluntad, soy un simple espectador cuya atención se ve manejada por los estímulos exteriores. Suena un tanto aterrador, pero si se lo mira detenidamente, no es muy distinto de una persona mirando televisión.
Pero aún con la mente en blanco, quería escribir. No porque lo sienta una obligación diaria, ni tampoco porque quiera satisfacer a mis fans. Sólo tengo una, al menos declarada y que no sea un familiar, pero me basta y me sobra. Es la fan mas hermosa del mundo.
Quería escribir porque sí. Porque pese a que aún no desisto de mi sueño de ser escritor, sí desistí a escribir cosas brillantes e interestantísimas. Aprendí que uno no puede realmente preparar esas cosas, pensarlas, medirlas, escribirlas. Salen solas, y muchas veces cuando las escribi no me parecen ni particularmente brillantes, ni particularmente interesantes, pero para otros los son. Es más, lo que yo pienso que me salió bueno, no capta la atención de nadie.
Libre entonces de la obsesión de que cada cosa que escriba debe de ser lo mejor en términos de idea y desarrollo, me dejo llevar por escribir por el puro gusto de hacerlo. Lo cual me parece sumamente adecuado e injustamente desvalorado. Hacer las cosas por la emoción que implica en lugar de un "por qué" o mejor dicho, "para qué". Hace años ya, la vida me enseñó que no debía ser tan intelectual, no debía pensar tanto. No siempre lo consigo porque esos hábitos son difíciles de romper, pero al menos conseguí soltarme un poco y ser más feliz.
Hoy, por la mañana, iba pensando en eso.
Me explico, porque quisiera resaltar el valor de ello. Cuando trabajo, no pienso. Es como si pusiera un piloto automático. Eso tiene una explicación muy sencilla; durante mi adolescencia fui una persona muy tímida. Aún tengo mucho de tímido, pero no tanto como antes. Y hacia el fin de esa adolescencia, tuve que ponerme a trabajar vendiendo libros. Atendiendo público. Cientos de personas. Eso es, posiblemente, lo más cercano al calvario para una persona tímida, retraída y sumamente introvertida como era yo en esa época. Pero necesitaba trabajar. Así que sin darme cuenta, y gracias a la ayuda de un gran personaje llamado Mario, además del apoyo de mi única fan, terminé por desarrollar una segunda personalidad. Un tipo bastante desagradable a veces. Frío, con mucha personalidad, un tanto avasallador y petulante, muy bueno para hablar, y por supuesto, para vender. Y cuando estoy usando esa personalidad, no pienso demasiado. Por eso es tan curioso que hoy por la mañana, durante mis días de trabajo, haya estado pensando.
Y pensaba en todas las personas que me han ayudado a llegar a ser lo que soy. La lista es inmensa, pero sólo nombraré a un par de personas, las que recordé hoy.
La primera, es Mario. Una de las personas más formidables que he conococido. Alguien que me enseñó primero a vender, a preocuparme y entender algo de política y de la historia de mi país, a comprender que todas las personas son importantes, que la inteligencia del interlocutor no es lo único que lo hace interesante. Pero sobre todo, me enseñó a reirme de mí mismo. A tomarme mucho menos en serio de lo que lo hacía hasta entonces. Y eso es algo fundamental para ser feliz.
Las otras dos personas que recordé, fueron profesoras mías durante la enseñanza básica, allá lejos al otro lado del grán charco llamado Atlántico. Monjas las dos, directora y subdirectora de mi colegio respectivamente. Hoy se me ocurrió la graciosa idea de que en realidad ellas no eran religiosas, sino que pertenecían a una secta satánica. Sólo así se explicaría mi educación "católica". Me explico: Satán es una palabra muy antigua (no recuerdo de qué idioma exactamente) que significa "El Adversario". O sea, aquél que está en contra. Ellas, como católicas, enseñaban a sus alumnos a ser buenos católicos. Sin embargo, a mí me enseñaron a ser rebelde. Cuando les dije que no quería hacer la primera comunión y les dí mis razones, me dijeron "ok, no la hagas".
Cuando me hablaban del hombre, decían que todos eramos iguales, que aunque ellas eran profesoras, monjas, y dirigían el colegio, y nosotros eramos simples alumnos, niños de 8 años, en el fondo los dos éramos personas y por lo tanto debíamos respetarnos mutuamente. No se me ocurre en este momento nada más contrario a lo que es la iglesia actualmente, y su forma de relacionarse con la sociedad de nuestro país. de los muchos calificativos que me vienen a la cabeza ahora, "respeto" e "igualdad", son los últimos de la lista. Me enseñaron que la libertad se basa en el conocimiento, en aprender. Me repitieron hasta el cansancio que las cosas, se tienen que hacer "en serio", no "en serie". Y una de ellas no paraba de repetir que no debíamos caer en ningún momento en la indolencia, en que no nos importase lo que sucede en el mundo, o lo que les sucede a los que nos rodean. Incluso nos regaló a todos un marcapáginas con un poema, creo que de Benedetti, que dice algo así como "primero se llevaron a los negros, pero como yo no soy negro no me importó" y así sucesivamente, hasta llegar a algo parecido a "y ahora me llevan a mí, y a nadie le importa". Como verán, no recuerdo con exactitud el poema (si alguien lo conoce, por favor pónganlo en los comentarios) pero sí recuerdo lo que me impresiono. Esas dos viejitas me enseñaron mucho. ¿Porqué hablé antes de Satán, y sugerí que ellas en vez de ser católicas pertenecían a una secta satanista? Porque en conjunto, las cosas que me enseñaron me indujeron a dos cosas. Ser rebelde, cuestionando la autoridad ante la base de que todos somos personas, y que a uno le obliguen a hacer algo sin dar razón alguna para ello me parece una falta de respeto insoportable, y por otro lado, me enseñaron a pensar, a preocuparme del resto del mundo no en la onda medio mamona de "ayuda al prójimo" sino más bien de la onda "preocupate de las cosas que pasan a tu alrededor, porque sin darte cuenta pueden pasarte a tí también". E insisto, viendo cómo es la iglesia católica en este país, no se me ocurre enseñanza más contraria a todo esto. O sea, ¿un obispo prohibiendo libros a estas alturas? Insufrible.
No me malinterpreten, las odié como sólo puede un niño con malas notas odiar a un par de profesoras (sí, una de ellas era de matemáticas) que además son la directora y subdirectora del colegio. Y definitivamente, no lo pasé bien durante la enseñanza básica. Pero con la sabia distancia que dan los años, ahora me doy cuenta de todo lo que me enseñaron, y les estoy agradecido. Probablemente, a estas alturas ellas deben de haber dejado este mundo ya. Eran viejitas cuando me hacían clases (por arriba de los 60 una, y por arriba de los 70 la otra) y de eso hace ya más de 13 años, y aunque no lo crean, me hubiese encantado volver a verlas, para darle las gracias. Así que tendrá que bastar este recuerdo para ello.
Como también mencioné anteriormente, no pretendí hacer una lista de agradecimiento a todas las personas que terminaron por hacer de mí el que soy ahora (que por lo demás, hasta llegué a caerme bien después de todos estoy años) sino que hablar de estas personas de las que me acordé hoy por la mañana. El porqué las recordé, ni idea. Pero que merecían ser recordadas, sin duda.

domingo, agosto 28, 2005

Vivir (en un) Mall
(1)

Llueve en Santiago. La ciudad está inundada. Otra vez. Desde la madrugada de ayer, hasta hoy por la tarde, llovió en mala onda. Usted podría pensar que por lo tanto, el mall estuvo vacío. Podría pensar que ya que incluso el presidente Lagos dijo que nadie saliera a menos que fuera una urgencia, la gente no iba a salir de sus casas. Usted estaría equivocado. Muy equivocado. El mall estaba lleno. Afuera, la ciudad se inundaba, y en el mall, era difícil caminar por los pasillos.
Llevo casi 3 años trabajando en un mall. La mitad de este tiempo, afortunadamente, sólo durante los fines de semana. Y aún así, me tomó por sorpresa ver a toda esa gente. Usted podría pensar que, si el tiempo estaba tan malo, la gente que iba al mall era porque necesitaban comprar algo. Que quizás aprovecharían para llevarse cosas que necesitarían, y volverían rápidamente a sus casas para ponerse pantuflas y no salir más. Usted estaría, nuevamente, equivocado. Hoy fue uno de esos días.
Así es como llamo yo a los días en los que por alguna inexplicable razón (no, mejor dicho, por alguna razón explicable por las leyes de Murphy) nueve de cada diez personas que entran a la tienda, preguntan una estupidez tras otra. O andan sólo mirando. O le piden a uno que les muestre la mitad de la tienda para luego decir gracias e irse con las manos vacías. Odio cuando es uno de esos días.
Por supuesto, usted podría decir que son las reglas del negocio, que esas cosas pasan en el mundo de las ventas. Y tendría razón, ese es el riesgo de ser vendedor. El problema, estimado lector, es que yo no soy un vendedor. Sólo simulo serlo. Usted podría también decir que, ya que vendo artículos de computación, es muy normal que la gente no sepa mucho al respecto (por lo menos, la gente que compra, que suelen ser tener más de 30 años y para los cuales los computadores son formas de vida extraterrestre) y que es comprensible que no sepan mucho al respecto. Y otra vez, usted tendría razón. El problema, desde mi punto de vista, es que el gastarse millón o millón y medio de pesos en un pc o un notebook, y no saber qué diablos es o cómo se utiliza, no tiene excusa. Sobre todo teniendo en cuenta de que a) estamos en la era de la información, b) un pc es lo único que se necesita para conectarse a internet, y c) Internet es la mayor acumulación de información en toda la historia de la humanidad.
Podría escribir un libro con todas las preguntas tontas que me han hecho. De momento, la que se llevaría el honor de ser la primera, es una que me hicieron hace un par de semanas atrás; "¿Venden cables wireless?". El problema es que los únicos que entenderían el libro, serían precisamente las personas que lo venderían. Por cierto, la segunda me sucedió cuando trabajaba en una librería que es, hasta el momento, la más grande del país en cuanto a extensión y cantidad de libros. Un tipo entró, llegó hasta la mitad de la tienda, unos 15 metros, pasando por lo menos cuatro mesas llenas de libros, se detuvo, y con expresión de sincera y absoluta perplejidad dijo "¿Cómo? ¿Esta no es la feria del disco?".
Como mencioné antes, trabajo en computación. La gente no tiene una clara idea sobre cómo funcionan los computadores. Perfectamente entendible. El que piensen que la computación funciona como ellos quieren o piensan, en lugar de que funcione como lo que realmente es, también es entendible. Después de todo, eso sucede también con la vida misma. Pero entender todo esto no hace mi trabajo más fácil.
Un ejemplo. Existe en computación un aparato que se llama Router. Es una cajita que sirve para hacer una red con varios pc. Indicentalmente, sirve también para compartir internet, cosa que es por lo que en realidad, son tan populares. Todo el sistema funciona con un tipo de cable llamado cable de red o RJ45, que no es solamente un cable sino que un tipo de protocolo diseñado específicamente para redes e internet. Como las compañías de internet conocen estos aparatos, y como ellos cobran por cada linea adicional de internet, vale decir, por cada pc que se conecte en la misma casa, y como no tienen ni un pelo de tontos, idearon la forma de evitar esto, haciendo que el aparato que recibe la señal de internet y que llega a su pc, use un enchufe USB en lugar de un RJ45. Por lo tanto, no es del todo incomprensible cuando una persona llega a mi y me pregunta si acaso tengo Routers USB. Cosa que como habrá entendido por lo que acabo de explicar, no existe. Yo voy y le explico lo que acabo de explicarle a usted, mi querido lector, y por lo general la gente entiende, y busca otra solución para tener internet en varios computadores sin tener que pagar extra por ello. De lo mas comprensible. El problema, es con la gente que no quiere entender. No con la que no puede. A ellos se les explica una o dos veces mas, con manzanitas, y listo. Los que no quieren entender, no tienen solución. Ahí es cuando la cosa se pone tragicómica. Porque después de que uno se da el tiempo de explicarles lo más detalladamente posible la situación, dicen cosas como "ah, lo que pasa es que ustedes no tienen", o mejor aún, "¿Cómo que no existen? ¡Si yo he visto miles!", o mi favorita, que suele decirla un tipo dirigiéndose no hacia el vendedor, sino al acompañante, que suele ser una mujer con a) cara de no entender nada, b) estar muy aburrida o más comúnmente c) haber entendido lo que el vendedor explicó, y decir en tono afectado "lo que pasa es que acá no tienen, lógico, si estamos en Chile... en Miami, están por todos lados, son de lo más común". Varias veces he pensado seriamente si acaso vale la pena ser demandado después de darse la satisfacción de agarrar al cliente y azotarlo contra el suelo. Muchas veces.
Pero por favor, querido lector, no me entienda mal. No siempre es así. No siempre los clientes se comportan de esa forma, y tampoco lo paso tan mal en mi trabajo. Después de todo, cuando uno está obligado a pasar 12 horas en una tienda, y hablar con aproximadamente media cententa de clientes por día, uno termina encontrando una forma de sobrellevarlo. Generalmente, riéndose de los clientes con los compañeros de trabajo.
Cuando los días no tienen muchos de esos clientes, y la afluencia de público al mall es más moderada, lo llego a pasar bien trabajando. He aprendido mucho más de componentes, accesorios y arquitectura de pc que en los ramos dedicados a ello en mi carrera de informático. Y eso es muy bueno. He trabajado con personas realmente notables, personas con cosas interesantes que decir, con vidas muy distintas a la mía y he disfrutado de ello. Probablemente, porque la vida no es tan mala.
Pero por si usted no lo notó, bajo el título hay un número. Eso es porque voy a contar muchas cosas sobre esto.
Sigue lloviendo en Santiago. Y voy a aprovechar este momento para decir algo que, durante el día, escuché varias veces, porque en situaciones así la gente parece decirlo casi de forma instintiva. Yo creo no haberlo dicho antes, pero lo voy a hacer ahora, y muy en serio.
Agradezco estar bajo techo esta noche. Agradezco tener ropa seca, haber tenido comida caliente, y dormir en una cama bien arropado.
I mean it. For real.

viernes, agosto 26, 2005

Llueve sobre Santiago. Casi diluvio. Es más, parece como si para la lluvia, se tratase de algo personal entre ella y la ciudad.
Siempre me ha fascinado la lluvia sobre Santiago, probablemente por haberme criado en un lugar donde la lluvia era casi inocente, como si hiciese un poco más de viento, o un poco más de calor. Cuando vi que acá llovía durante varios días seguidos, no me lo podía creer. Miraba fascinado la lluvia. Bajo techo eso sí. Siendo niño, tuve algo parecido a una neumonía. Después de la experiencia, prefiero no volver a arriesgarme a algo parecido. O sea, la lluvia es maravillosa, pero cuando uno está calentito, de preferencia en su cama. Pero, oh, la mala fortuna del pobre, mañana debo trabajar, salir temprano en la mañana durante las horas que, según dicen, más fuerte va a llover. Mejor no sigo, esto es un blog, no un muro de los lamentos.
Hoy es día de ensalada de ideas. Ayer tenía una noción muy clara de lo que quería escribir. Hoy tengo muchas ideas, sin coherencia entre sí, y de corta extensión. Qué se le va a hacer, igual allá van. Y en orden de aparición.
··············································
En el kiosko, junto al paradero, mientras espero la micro para ir al instituto, reviso los titulares de los diarios. Anoche un senador gringo, de visita en el país investigando el caso Riggs, dijo que Pinochet había usado las cuentas en el estranjero para lavar dinero. Hoy, los diarios del holding Copesa (o sea, bajo la malévola influencia del Mercurio) pusieron en portada cualquier cosa menos eso. Es más, la noticia sobre cirugía plástica de LUN fue lejos lo más estúpido que llevan en el año. Me apiado de los pobres periodistas que deben cubrir tales estupideces. Por otro lado, los únicos dos diarios que no pertenecen al Copesa, ponían la noticia en portada. En realidad, lo que me da rabia no es que intenten ocultar ese tipo de cosas. Lo que me da rabia, es que crean que somos tan estúpidos como para no darnos cuenta. La "Gordi" tiene razón, la derecha trata a los ciudadanos como si fueran tontos.

··············································

"Better days are far behind me
guess that's another cross I'll have to bear"
Slash's Snakepit, "Beggars and Hangers-On".
A veces me pongo nostáligo. Hoy escuché esta canción, o mas correctamente, vi el video de esta canción. La última vez que lo ví, tiene que haber sido hace por lo menos, 10 años. Y ahora que estoy finalizando una etapa importante de mi vida, terminando mi corta carrera, me da por pensar en cosas tales como el futuro, el presente y el pasado.
No. Eso es falso. Siempre pienso en ese tipo de cosas. Qué se le va a hacer.
La nostalgia forma parte de mi personalidad. Los sueños sobre qué será de mí dentro de 5 años, también. Eso sucede cuando uno no está feliz con el presente. Lo cual, si bien en parte es cierto, como todas las cosas en la vida, en parte tampoco lo es. No puedo quejarme. Tengo trabajo. Tengo una mujer que me ama, a quien yo puedo amar. Tengo una familia que me apoya. Probablemente, la parte que no me hace feliz de todo eso sea por un lado, mi trabajo, y por otro lado, mis estudios. Tampoco es que la carrera que elegí me desagrade, al contrario. Simplemente, siento que falta algo. Y sé exactamente lo que es. Pero hoy no escribiré sobre ello. Lo haré pronto, pero aún no.
··············································
Ayer leí que en gringolandia, varias personas están sumamente molestas con una compañía de videojuegos llamada Rockstar. Ellos son los responsables de lo que a mi juicio, es uno de los mejores videojuegos de la historia, la serie Gran Theft Auto. Y pienso que ya que trabajo vendiendo juegos, y que además juego muchísimo, mi opinión tiene fundamento.
Grand Theft Auto es el juego que yo soñaba tener cuando tenía unos 6 años. Chocar autos, saltar con ellos, hacerlos explotar. Disparar a la gente, hacer misiones sacadas de los mejores capítulos de "The A-Team" ("Los Magníficos") mezcladas con historias tipo Tarantino. Volar aviones, helicópteros, andar en moto, ciudades gigantes que recorrer, secretos que descubrir. Poco más o menos todo lo que podría desear.
Tengo las últimas 3 versiones del juego, Grand Theft Auto 3, Vice City, y San Andreas. Cada vez mejor. Y los gringos ahora quieren demandarlos. Hablan del exceso de violencia en el juego. Y tienen razón, es probablemente el juego más violento que conozco. Por lo mismo, en la caja del juego hay una advertencia bastante clara, clasificación "Mature". O sea, mayores de 18. No se supone que niños de 6 años jueguen Grand Theft Auto. Sin embargo lo hacen. Donde trabajo, vendemos ese juego. He visto niños de esa edad que lo conocen, y que lo compran. Y a los padres, les importa un soberano carajo. Cuando salió Grand Theft Auto: San Andreas, la violencia del juego se incrementó bastante. Las insinuaciones sexuales también. Al venderlo, lo he advertido a los padres. ¿Creen que les importa? Claro que no. Les importa comprar el juego y que su hijo sea feliz. O por lo menos, deje de darles la joda con que se lo compren. Probablemente después se quejaran. Hasta ahora, jamás ha venido un padre a devolverlo. Aún así, aunque sea el juego con el que soñaba a los 6 años, me parece bastante incorrecto que un niño de esa edad lo juegue. En lo personal, opino que esos juegos son perfectos para soltar stress. Para hacer en un mundo virtual lo que no se puede hacer en la vida real. Pero no todos los niños lo van a tomar así. Y sin embargo, van y culpan al juego. Y a la compañía que lo desarrolla. No señor, no se equivoque. La culpa no la tiene ni el niño, ni el juego, ni quienes lo desarrollan. Si un niño de 6 años juega GTA:San Andreas, la culpa es de los padres.
··············································
Fin de la ensalada de ideas. Sigue lloviendo, parece que incluso con más fuerza. Yo sigo con mi maldito resfriado, estornudando y tosiendo, aunque un poco menos. Es curioso, uno pensaría que no me darían ganas de fumar en este estado. Y así fue, durante los dos primeros días de resfrío y tos. Pero ahora, que me preparo para releer y editar esto, estoy encendiendo un cigarrito.
Como dice la canción, "It's human nature".
"Try not! Do or do not; there is no try."
Maestro Yoda, Star Wars
··································································
No recuerdo cuándo fue que quise empezar a escribir. Sí recuerdo que tuve un razonamiento muy similar al de Calvin, ese niñito tan simpático de las historietas. Después de tanto ver películas y leer comics, dentro de mi sugrió la idea; "¡hey, estas historias estan bien, pero creo que yo puedo hacerlo igual de bien, o incluso mejor!". La parte mas interesante de esa idea, obviamente, es eso de "incluso mejor".
Entonces empecé a escribir. Historias de comics, esbozos de guiones de películas, esbozos de libros, etc. Digamos que era un niño bastante ambicioso. El asunto es que han pasado por lo menos 15 años desde entonces, y lo único que tengo son un par de cuentos. Y toneladas de borradores de cosas.
Soy un gran fanático de Stephen King. He leído la mayoría de sus libros (que no son ni pocos, ni cortos) pero probablemente el más útil de todos ellos, es "Mientras Escribo". Empieza siendo una especie de biografía, pero en el fondo, es un estupendo taller de literatura. Cuidado, no es un curso tipo "Aprenda a escribir igual a mí", para nada. Simplemente, relata cómo escribe él, habla de un par de reglas generales que a su juicio debe seguir cualquier escritor en cuanto a estilo, disciplina, y cosas tan simples como saber cuándo terminar un párrafo y empezar otro. Como dije, el libro me encantó, lo he leído un par de veces, pero lamentablemente, soy un alumno sumamente malo. Lo cual nos lleva a la razón de porqué decidí iniciar mi propio blog.
La primera vez que escuché sobre la exitencia de tal cosa, fue hace un par de años, cuando me hice la estúpida pregunta de si acaso William Gibson tendría una página web. El tipo inventó la palabra ciberespacio, obviamente tenía una página. Es mas, en su página iba escribiendo cosas que se le iban ocurriendo todos los días. Eso se llamaba Blog. Y yo justo conocí su página el mismo día en el que anunciaba que no iba a seguir escribiendo más. Qué se le va a hacer.
Pero hace un par de días, mi novia me sugirió la idea de crear un blog. Ante lo cual yo le pregunté, ¿Y porqué %"!/& debería hacerlo?. La respuesta fue sólida, e inteligente, como suelen ser su estilo: "Porque te gusta escribir". Nada mas cierto.
Hoy no voy a detallar el porqué me gusta escribir, eso da para rato y en este momento estoy saliendo de una especie de gripe que me dejó bastante débil. Pero sí voy a dar una idea general.
Escribir, para mí, es la mejor terapia del mundo. Probablemente, cuando le cuente a otra gente que tengo un blog, y lo lean, van a pensar que tengo esquizofrenia. Que el tipo que está escribiendo no es el mismo que conocen. No es tan así, pero casi. No es que cuando escriba sea otra persona, sino más bien que cuando escribo, soy yo. Siempre he sido una persona solitaria, porque me gusta estar solo. Me gusta estar delante de una hoja en blanco (o en este caso, delante de una pantalla en blanco) y empezar a vaciar mi cabeza. Porque, y por favor psiquiatras y psicólogos abstenganse de comentar algo al respecto, mi cabeza no se calla nunca. No es que escuche voces, eso por lo menos sería más agradable, como para variar. Pero no, lo que escucho es mi voz, que no para de hablar. Cuando niño era hiperkinético, a eso de los 9 se me pasó, sólo para descubrir años mas tarde (porque a esa edad no es que se tenga un gran conocimiento de sí mismo) que toda esa hiperkinesis se había ido hacia dentro, que ahora era mi cabeza la que no dejaba de funcionar, mis ojos no dejaban de mirar, y los cuadernos en blanco eran mis mejores amigos. O por lo menos, los únicos que me comprendían de verdad. Afortunadamente, después conocí a gente real, quienes me comprendieron bastante bien, e incluso entre esas personas hubo una mujer que tuvo el valor suficiente para amarme. Y no sabe cuánto se lo agradezco. Pero de ello ya hablaré en otra ocasión.
En el libro antes mencionado, el sr. King dice que uno de los ejercicios fundamentales para un escritor, es tener disciplina, escribir todos los días. Por razones de fuerza mayor, como se suele decir (entre ellas, porque el día sólo tiene 24 hrs. Las otras razones, ya las explicaré) dudo que pueda hacerlo todos los días, pero sí intentaré hacerlo con frecuencia.
······································
Melmoth el Errabundo es una novela escrita en 1820 por Charles Maturin. Se le considera un clásico del terror, aunque como sucede con todos los clásicos de este estilo, actualmente no asusta a nadie. Pero a mi me parece un gran libro.
Neuromante es libro escrito en 1984 por William Gibson, un tipo de lo más normal, excepto por su capacidad de escribir de tal forma que para la mayor parte del mundo es incomprensible (y le odian por ello) pero que para el resto, es un genio. El tipo inventó el término ciberespacio, empezó a hablar de internet y sus aplicaciones muchos años antes de que la idea fuera comercializada, e inventó el género de ciencia ficción conocido como cyberpunk. A falta de una forma más simple de escribirlo, cuando Gibson fue a ver Blade Runner salió del cine a los 20 min. horrorizado por el hecho de que alguien había hecho película todo lo que él tenía en la cabeza. Cuenta la leyenda que hasta el día de hoy, no ha terminado de ver la película.