domingo, septiembre 04, 2005

Héroes y Antihéroes

Hellblazer es el nombre de un comic book que existe desde 1987. Su protagonista se llama Jhon Constantine. Cínico, irrespetuoso, incapaz de ser sutil o quedarse callado, aún sabiendo que es un imbécil. La historia de un tipo, capaz de hablar con fantasmas, ángeles y demonios, que dedica su vida a luchar contra el mal aunque eso signifique enfrentarse a todo el infierno. No lo hace por ganarse una medalla, ni para salvar el mundo. Ni siquiera lo hace porque simplemente le parezca lo correcto. En el fondo, lo hace por satisfacer su ego, porque se jura capaz de ser más inteligente que Satán. Y la mayor parte del tiempo, le resulta. Claro que eso no es muy raro, después de todo es el héroe del comic. O mejor dicho, el antihéroe.

Cada generación, desde los últimos cincuenta años, más o menos, ha tenido sus héroes. Tomemos por ejemplo a Elvis, años ’50. Blanco, bonito, rebelde no contra la autoridad (siempre fue un buen ciudadano) sino contra la fomedad imperante. Él fue un héroe porque hacía rock and roll, música sumamente emocional, sexual y emancipadora. En los años ’60 estaban los Beatles, quienes siguieron con la misma senda paro añadiéndole la irreverencia y la falta de respeto por la autoridad, por lo establecido.
Para cuando llegaron los años ’70 no era mucho lo que se podía hacer. Se podría decir que empezó la búsqueda de alternativas. La lucha contra el sistema no daba ningún fruto así que sucedió que empezaron a buscar alternativas, las cosas se disgregaron. Ya no había un solo héroe, como al principio, ni un grupo de ellos como sucedió después. Ahora habían cientos de ellos. La búsqueda de alternativas, una nueva espiritualidad, una nueva religión, el intento de acercar oriente a occidente a través de su filosofía que en realidad es más religión. Obviamente las cosas fallaron. Los orientales no eran ángeles después de todo, eran seres humanos, tan imperfectos y llenos de fallas como nosotros. O sea, en el Tibet tenían la costumbre de sumergir al recién nacido en un río de deshielo del Himalaya, y si sobrevivía se le consideraba apto para ser criado.
Entonces llegan los años ’80, donde deciden olvidarse de todo lo espiritual y entrar en la banalidad, la estética, el momento hedonista de la cultura. Reventarse porque eso es bueno y después de todo no pasa nada, ¿verdad?. Hasta que apareció el SIDA, y el cáncer, y las drogas hacían daño, al igual que el exceso de alcohol. Los cigarros también eran perjudiciales para la salud. Uno no podía reventarse sin sufrir las consecuencias. La superficialidad, oh sorpresa, no contenía nada, te dejaba igualmente vacío. Así que como ni lo establecido, ni la alternativa, ni el escapismo funcionaban, ya que el mundo era igualmente una mierda, ¿por qué preocuparse? Mandemos todo a la cresta entonces. Ahí es cuando entran en juego los años ’90. El metal furioso, el grunge depresivo, el héroe de esta época, Kurt Cobain, quien parece tenerlo todo para al fin ser feliz, se suicida. No podría ser de otra forma, el héroe de los ’90 era después de todo un tipo hastiado de todo, cansado de mentiras, falsos ideales, religiones sin sentido, un tipo que amaba la tristeza y la soledad porque sólo así se encontraba con sí mismo, creía que sólo así se podía ser real. Ahí es cuando se consolida el antihéroe.

Su efecto sigue siendo fácilmente visible. En las películas, las telenovelas, el tipo malo que por ser malo atrae al sexo opuesto, el tipo al que no le importa nada, que odia a todos, que no siente culpa al hacer lo que quiere, el tipo frío (en inglés, “cool”). Su reverso es sumamente sensible. Una excelente descripción la encontré leyendo uno de los tantos comics sobre los X-Men, mientras Wolverine (el gran antihéroe de la Marvel) mira a un grupo de punks: “A todos estos críos los han herido tan fuerte que tuvieron que empujar lejos al mundo, simplemente para asegurarse de que no los hiriese de nuevo. Pero la única cosa peor que ser herido, es ser ignorado, por lo que tienen que encontrar un aspecto que diga Préstenme atención todos, pero no se acerquen demasiado”

Recuerdo haberme sentido así alguna vez, siendo adolescente.

Sólo ahora las cosas empiezan a cambiar. Es cierto, nos volvimos una sociedad sumamente materialista. Y cualquier mujer, ahora que ya no tienen miedo de pensar por sí mismas, sabe que un rebelde sin causa es muy divertido para salir, pero es incapaz de mantener una relación. Y aunque lo hiciera, es incapaz de vivir bien en el mundo, precisamente por ser un rebelde. Una mujer sabe que por mucho que ella se deslome trabajando, él se lo gastará todo, que jamás podrá comprar las cosas que quiere. Que para ello, necesita a un hombre que sepa ser exitoso, que sepa trabajar bien y hacer dinero. Por otro lado, los hombres también saben esto, y que las mujeres de verdad sólo les prestarán atención si aprenden a hacer las cosas. Esto no quiere decir que los vayan a buscar sólo por su dinero (eso pasó en los ’80 y dio como resultado a la mujer valium, que tiene de todo pero no es feliz) sino por su capacidad de saber desenvolverse en la vida. Tanto en su trabajo, como en su vida personal.
El héroe ahora es una persona sumamente profesional, que al mismo tiempo está en paz consigo mismo. Una persona mucho más sana, mucho más completa.

Desde que tengo conciencia de mi entorno que escucho que el mundo se va al infierno. Que todo es un caos, que las cosas van de mal en peor. No se imaginan cuánto me sorprendí de saber que lo mismo se viene escuchando desde antes de la revolución industrial.

Me siento más bien optimista, aunque no del todo. O sea, por un lado veo a Bart Simpson, en ese capítulo en el que dice algo así como “soy de la generación que creció frente a una tele con un control remoto, soy incapaz de concentrarme en algo por más de 5 minutos, tengo la capacidad atencional de un mosquito”. Por otro lado, veo a gente joven (es decir, menor que yo) opinando en foros, produciendo cosas, con muchas ideas y ganas de hacer cosas, con una forma de pensar distinta.
Aún no veo al héroe de esa generación y a veces temo que sea posible que ni siquiera llegue a consolidarse. Sobre todo viendo como la competencia desmedida, por una falta de auto conocimiento de las capacidades de cada uno, crea gente estresada e histérica, trabajólica, que no sabe ser feliz. Sobre todo viendo que aún se rinde culto al antihéroe y lo que es peor, se reviven por todos lados a los héroes caídos, ensalzados no por los jóvenes sino por los viejos que los adoraron, pero transformados en productos de marketing y consumidos por los jóvenes, que toman una visión idealizada de personas que en el fondo, eran tan estúpidas e imperfectas como uno. Pero a pesar de eso creo que hay esperanzas.
Quizás llegue el momento en el que, después de 20 años de gente repitiendo que lo bueno está por dentro de las personas y no en su aspecto, se empiece a aplicar de una vez por todas y deje de ser un maldito cliché.

“Es horrible pensar cómo tanta gente cree que no puede aprender, y cómo más gente aún cree que aprender es difícil”
Frank Herbet, “Dune”

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