lunes, agosto 29, 2005

Un pecador y dos monjas viejitas.
A veces pasa que me quedo con la mente en blanco. Lo curioso es que no por eso dejo de pensar, sino que es mas bien como que no puedo contentrarme en nada a voluntad, soy un simple espectador cuya atención se ve manejada por los estímulos exteriores. Suena un tanto aterrador, pero si se lo mira detenidamente, no es muy distinto de una persona mirando televisión.
Pero aún con la mente en blanco, quería escribir. No porque lo sienta una obligación diaria, ni tampoco porque quiera satisfacer a mis fans. Sólo tengo una, al menos declarada y que no sea un familiar, pero me basta y me sobra. Es la fan mas hermosa del mundo.
Quería escribir porque sí. Porque pese a que aún no desisto de mi sueño de ser escritor, sí desistí a escribir cosas brillantes e interestantísimas. Aprendí que uno no puede realmente preparar esas cosas, pensarlas, medirlas, escribirlas. Salen solas, y muchas veces cuando las escribi no me parecen ni particularmente brillantes, ni particularmente interesantes, pero para otros los son. Es más, lo que yo pienso que me salió bueno, no capta la atención de nadie.
Libre entonces de la obsesión de que cada cosa que escriba debe de ser lo mejor en términos de idea y desarrollo, me dejo llevar por escribir por el puro gusto de hacerlo. Lo cual me parece sumamente adecuado e injustamente desvalorado. Hacer las cosas por la emoción que implica en lugar de un "por qué" o mejor dicho, "para qué". Hace años ya, la vida me enseñó que no debía ser tan intelectual, no debía pensar tanto. No siempre lo consigo porque esos hábitos son difíciles de romper, pero al menos conseguí soltarme un poco y ser más feliz.
Hoy, por la mañana, iba pensando en eso.
Me explico, porque quisiera resaltar el valor de ello. Cuando trabajo, no pienso. Es como si pusiera un piloto automático. Eso tiene una explicación muy sencilla; durante mi adolescencia fui una persona muy tímida. Aún tengo mucho de tímido, pero no tanto como antes. Y hacia el fin de esa adolescencia, tuve que ponerme a trabajar vendiendo libros. Atendiendo público. Cientos de personas. Eso es, posiblemente, lo más cercano al calvario para una persona tímida, retraída y sumamente introvertida como era yo en esa época. Pero necesitaba trabajar. Así que sin darme cuenta, y gracias a la ayuda de un gran personaje llamado Mario, además del apoyo de mi única fan, terminé por desarrollar una segunda personalidad. Un tipo bastante desagradable a veces. Frío, con mucha personalidad, un tanto avasallador y petulante, muy bueno para hablar, y por supuesto, para vender. Y cuando estoy usando esa personalidad, no pienso demasiado. Por eso es tan curioso que hoy por la mañana, durante mis días de trabajo, haya estado pensando.
Y pensaba en todas las personas que me han ayudado a llegar a ser lo que soy. La lista es inmensa, pero sólo nombraré a un par de personas, las que recordé hoy.
La primera, es Mario. Una de las personas más formidables que he conococido. Alguien que me enseñó primero a vender, a preocuparme y entender algo de política y de la historia de mi país, a comprender que todas las personas son importantes, que la inteligencia del interlocutor no es lo único que lo hace interesante. Pero sobre todo, me enseñó a reirme de mí mismo. A tomarme mucho menos en serio de lo que lo hacía hasta entonces. Y eso es algo fundamental para ser feliz.
Las otras dos personas que recordé, fueron profesoras mías durante la enseñanza básica, allá lejos al otro lado del grán charco llamado Atlántico. Monjas las dos, directora y subdirectora de mi colegio respectivamente. Hoy se me ocurrió la graciosa idea de que en realidad ellas no eran religiosas, sino que pertenecían a una secta satánica. Sólo así se explicaría mi educación "católica". Me explico: Satán es una palabra muy antigua (no recuerdo de qué idioma exactamente) que significa "El Adversario". O sea, aquél que está en contra. Ellas, como católicas, enseñaban a sus alumnos a ser buenos católicos. Sin embargo, a mí me enseñaron a ser rebelde. Cuando les dije que no quería hacer la primera comunión y les dí mis razones, me dijeron "ok, no la hagas".
Cuando me hablaban del hombre, decían que todos eramos iguales, que aunque ellas eran profesoras, monjas, y dirigían el colegio, y nosotros eramos simples alumnos, niños de 8 años, en el fondo los dos éramos personas y por lo tanto debíamos respetarnos mutuamente. No se me ocurre en este momento nada más contrario a lo que es la iglesia actualmente, y su forma de relacionarse con la sociedad de nuestro país. de los muchos calificativos que me vienen a la cabeza ahora, "respeto" e "igualdad", son los últimos de la lista. Me enseñaron que la libertad se basa en el conocimiento, en aprender. Me repitieron hasta el cansancio que las cosas, se tienen que hacer "en serio", no "en serie". Y una de ellas no paraba de repetir que no debíamos caer en ningún momento en la indolencia, en que no nos importase lo que sucede en el mundo, o lo que les sucede a los que nos rodean. Incluso nos regaló a todos un marcapáginas con un poema, creo que de Benedetti, que dice algo así como "primero se llevaron a los negros, pero como yo no soy negro no me importó" y así sucesivamente, hasta llegar a algo parecido a "y ahora me llevan a mí, y a nadie le importa". Como verán, no recuerdo con exactitud el poema (si alguien lo conoce, por favor pónganlo en los comentarios) pero sí recuerdo lo que me impresiono. Esas dos viejitas me enseñaron mucho. ¿Porqué hablé antes de Satán, y sugerí que ellas en vez de ser católicas pertenecían a una secta satanista? Porque en conjunto, las cosas que me enseñaron me indujeron a dos cosas. Ser rebelde, cuestionando la autoridad ante la base de que todos somos personas, y que a uno le obliguen a hacer algo sin dar razón alguna para ello me parece una falta de respeto insoportable, y por otro lado, me enseñaron a pensar, a preocuparme del resto del mundo no en la onda medio mamona de "ayuda al prójimo" sino más bien de la onda "preocupate de las cosas que pasan a tu alrededor, porque sin darte cuenta pueden pasarte a tí también". E insisto, viendo cómo es la iglesia católica en este país, no se me ocurre enseñanza más contraria a todo esto. O sea, ¿un obispo prohibiendo libros a estas alturas? Insufrible.
No me malinterpreten, las odié como sólo puede un niño con malas notas odiar a un par de profesoras (sí, una de ellas era de matemáticas) que además son la directora y subdirectora del colegio. Y definitivamente, no lo pasé bien durante la enseñanza básica. Pero con la sabia distancia que dan los años, ahora me doy cuenta de todo lo que me enseñaron, y les estoy agradecido. Probablemente, a estas alturas ellas deben de haber dejado este mundo ya. Eran viejitas cuando me hacían clases (por arriba de los 60 una, y por arriba de los 70 la otra) y de eso hace ya más de 13 años, y aunque no lo crean, me hubiese encantado volver a verlas, para darle las gracias. Así que tendrá que bastar este recuerdo para ello.
Como también mencioné anteriormente, no pretendí hacer una lista de agradecimiento a todas las personas que terminaron por hacer de mí el que soy ahora (que por lo demás, hasta llegué a caerme bien después de todos estoy años) sino que hablar de estas personas de las que me acordé hoy por la mañana. El porqué las recordé, ni idea. Pero que merecían ser recordadas, sin duda.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El poema que dices es de Benedetti, no lo es, quizás por ello no lo encontraste.
Es un manifiesto a la indiferencia que Bertold Brecht escribió durante la época de la Alemania Nazi cuando Hitler termino por sepultar lo poco y nada de democracia que quedaba. La razón fundamental de este escrito era dar cuenta de su descontento con la indiferencia de muchas personas que se hacían llamar "apolíticos" o bien personas que no se manifestaran de ninguna manera ante los hechos y acontecimientos que aquel totalitarismo trajo consigo.
A continuación el manifiesto completo:

Primero se llevaron a los negros
Pero a mi no me importo
Porque yo no lo era

Enseguida se llevaron a lo judíos
Pero a mi no me importo
Porque yo tampoco lo era.

Después detuvieron a los curas
Pero como yo no soy religioso
Tampoco me importo

Después apresaron a los comunistas
Pero como no soy comunista
Tampoco me importo

Ahora me llevan a mí
Pero ya es demasiado tarde.
BERTOLD BRECH

Espero te haya ayudado.