martes, agosto 30, 2005

La Pasión y la Nada.

"What you do is what you are "
Bad Religion. "At the mercy of imbecils"


Durante varios años, en mi adolescencia, sufrí de algo poco estudiado por la ciencia, pese a ser algo de bastante gravedad. Yo lo llamo "El Efecto Nietzschano". Es, básicamente, creer que porque uno lee mucho, especialmente filosofía (esto es más grave aún cuando se lee a Nietzsche, por supuesto, aunque no es estrictamente necesario), puede mirar en menos a todo aquel que no lo haga. Creer que uno es muy inteligente, y que cualquier persona que no reflexione sobre temas sesudos y se limite a ver telenovelas o fútbol es inferior a uno. En lo personal, eso me duró como cuatro años. Hasta que la vida, como siempre, me devolvió la humildad a base de patadas en el culo.
Después de eso, gracias a varias personas, aprendí a ver a las personas desde otro punto de vista. A ver lo bueno que hay en cada uno de ellos. Entender que hay cosas mucho más importantes en el mundo que la filosofía, y que los libros. Porque, las cosas que realmente importan, rara vez se encuentran en cualquiera de esas dos cosas.
Sin embargo, aún hay algo que no comprendo. Posiblemente, no lo podré comprender nunca. Y eso es la falta de pasión.
Alessandro Baricco escribió hace algunos años un libro llamado "Seda". En él, cuando describe a un personaje, dice lo siguiente: "Era, por otra parte, uno de esos hombres a los que le gusta asistir a su propia vida, considerando impropia cualquier ambición de vivirla. Se habrá notado que ellos observan su propio destino del modo en que la mayoría suele observar un día de lluvia".
He conocido a mucha gente así. Gente que no se mueve, sino más bien se deja mover por la inercia. Y a menudo he pensado sobre el porqué de ello, llegando a la conclusión de que es por falta de pasión.
Hay muchas cosas en la vida que me mueven. Algunas son materiales, indudablemente más fáciles de conseguir que las otras, que son espirituales. Y debo decir que esas cosas son bastante simples. Porque también creo que la belleza, y lo satisfactorio, se encuentra en las cosas simples. Una familia, hijos, un trabajo estable, un lugar donde vivir, poder permitirme ciertos placeres. No es nada muy complejo.
En cuanto a lo material, se puede dividir en tres categorías. Libros. Películas. Música. Y un buen pc, por supuesto. Quizás a otros les pueda parecer tonto, pero para mí son más que suficientes. Es más, son cosas que me impulsan a hacer cosas en la vida.
Me apasionan las buenas historias. Ya sean estas películas, novelas, comic books, series de televisión, videojuegos, animé, da lo mismo. Cuando me encuentro ante una buena historia, me apasiono por ella. Leer, o ver ese tipo de cosas, me hace sentirme vivo. Lo mismo pasa con la música. Hay miles de canciones que me hacen sentir cosas. Soy bueno sintiendo cosas. Todo eso me apasiona. Le da color a mi vida. La llenan, se podría decir.
Por eso no entiendo a las personas que viven sin nada de ello. No quiero decir con esto que tienen que gustar de las mismas cosas que yo, ni que tienen que ser igual a mí. Por ejemplo, pienso en mi hermanita. Ella y yo somos muy diferentes. En varias cosas, radicalmente opuestos. Durante mi época "nietzschana" discutimos mucho. No nos llevamos muy bien. Y eso era, en gran parte, porque yo era un estúpido engreído y soberbio. Y mi hermana no leía filosofía. A veces pienso que ella debería simplemente haberme cacheteado. Quizás así hubiese recuperado la humildad antes.
Con el tiempo, las cosas se arreglaron. Aprendí a ver más allá de mi mismo. También recordé algo. A mi hermana le apasionan las películas. Puede ver dos o tres en un día, igual que yo. Aunque en muy pocas ocasiones, vemos las mismas películas. Sin embargo, ella fue quien me llevó a ver películas cuando era niño. Las primeras películas sin monitos animados, las vi con ella. Y creo que la primera, fue Grease. Después vinieron cientos de películas. Las mejores, las viejas. Películas de Cary Grant, de Paul Newman, recuerdo haber visto todas las de Hitchcock con ella. Cuando crecí, me fui por el camino de las películas te terror, las de fantasía, las de ciencia ficción, las de acción. Ella, por su lado, prefiere las comedias, los dramas, las películas históricas. Sin embargo, aún vemos algunas juntos. O por lo menos, nos las recomendamos. Aún no puedo creer que ella, indudablemente haciendo un esfuerzo por comprender mi mundo bizarro y ñoño, vio las tres películas del Señor de Los Anillos. Enteras. Y las versiones extendidas, por lo demás.
Con mi hermana no hablamos mucho. No hace falta tampoco. Vivimos en mundos muy distintos, tenemos gustos muy diferentes. Pero una de las buenas cosas que nuestra madre hizo, fue hacernos comprender la importancia de la familia. Con eso basta, y después de toda mi tontera adolescente redescubrimos un lazo que no va a desaparecer. Y eso es bueno.
Porque por muy distinta a mí que sea mi hermana, y aparte del pasado, de toda una vida juntos, nos une la pasión por ver películas. Por leer libros también.
Ella representa muy bien una lección de vida que me costó aprender, pero que finalmente entendí. Que la gente, aunque sea distinta, aunque guste de cosas que uno no entienda, es igualmente valiosa y respetable.
Entonces vuelvo a la reflexión que me hizo escribir esto. A no entender a la gente que no tiene una pasión en sus vidas. Porque después de entender a las personas que eran distintas a mí, me encontré con que a pesar de ello, no comprendo a las personas que son tan distintas. A las que lo único que hacen cuando viven sus vidas, es ver tele o ver fútbol. Que pasan el día hablando de la portada de las últimas noticias, de lo que dieron el día de ayer en la tele, o del escándalo farandulero de la semana. La gente que ve su vida sin participar en ella. Porque la vida, más allá de los proyectos a largo plazo que uno tenga, se compone de lo que sucede día a día. Y de lo que uno hace para rellenar esos días.
Cuando estaba en el colegio, en mi grupo más cercano de amigos éramos buenos para leer, para escuchar música, y todo eso. Pero uno de mis compañeros no participaba mucho de ello. Sin embargo, en uno de los trabajos de filosofía, escribió algo que mi querido profesor y maestro recalcó, y que he recordado a pesar del paso de los años. Era algo así como esto: "los hombres se diferencian, unos de otros, por la intensidad en la que sienten".
Aún no entiendo a aquellos que no sienten.

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