domingo, mayo 14, 2006

Es muy común pensar que después de haber estado al borde de la muerte (o cerca por lo menos) las personas experimentan un cambio en su vida que los hace modificar su conducta, replantearse las cosas e incluso tomarse las cosas de forma más espiritual. El cine y la TV nos lo han hecho creer así.

Pero en mi caso, las cosas no han sido tan evidentes. Ni teatrales.

A pesar de todo, igual he cambiado. Me he tomado más tiempo para hacer ciertas cosas, y menos para hacer otras. Me explico.

Comprendí lo apurado que llega a vivir uno. Por lo menos mis 2 últimos años de vida fueron apuradísimos, siempre corriendo de allá para acá. Trabajo, estudios. Pocas veces tenía tiempo para mí, y generalmente para tenerlo no dormía. Y me alimentaba mal; tuve una gran barriga que lo demostraba. Pero bajar el nivel, desacelerar, no lleva a nada. Uno se pone peor, más ansioso aún. Eso es porque el hacer las cosas aceleradamente no es el problema de fondo. Este problema, es el urgirse por todo. Preocuparse por todo; pese a que hay cosas que uno no puede controlar igual se preocupaba y amargaba al respecto. En mi caso, se podría añadir a ello incluso una ambición desmedida; lo quería todo y lo quería ahora, como la canción de Queen.

Ya no.

Mentira. Lo sigo queriendo todo y ahora. La diferencia es simplemente, que ya no me desespero por ello. Me lo tomo con calma. Porque no hay otra forma de tomárselo, también. Por ejemplo; necesito tomar una práctica laboral para terminar mi carrera. Pero por el momento, como estoy haciendo un trabajo temporal, me concentro en él. Una vez que lo termine, me preocupo de la práctica.

Y después está lo de hacer las cosas más despacio.

Por ejemplo, pasear. La semana pasada fui al centro, mi maravillosa novia me invitó a un muy burgués café con pastel el cual acepté encantado. Ella misma, con su por lo general sorprendente punto de vista de las cosas, me hizo reparar en el hecho de que antes yo no hacía esas cosas. Y tenía razón. No sólo en eso; antes predicaba entre los míos todas mis ñoñerías hablando de ellas sin cesar. Malas noticias gente, sigo haciéndolo. Pero ahora también escucho las de los demás, pues me di cuenta que antes no lo hacía, o en muy pocas ocasiones. O sea, me tomo el tiempo de hacerlo.

Han pasado varios meses desde mi hospitalización. Pese a que aún tengo pesadillas angustiosas al respecto, con más frecuencia de lo que me gustaría. Aún se me revuelve el estómago al recordar ciertas cosas, especialmente en lo referente a olores; cuando recuerdo algo por el olor (Casi el 50% de las veces que me atacan los recuerdos, es a raíz de un olor. Vaya a saber uno porqué) Supongo que en algún momento, los recuerdos perderán su fuerza. Algunos ya lo hacen, y a veces me resulta difícil pensar en que sí estuve allí casi un mes, y sí, casi me muero ahí mismo. Por ejemplo, ya no recuerdo el dolor, sin embargo si recuerdo lo que era estar postrado. Lo más probable es que para el próximo año, ni siquiera recuerde eso.

Pero lo mejor de todo, es que aún estoy aquí.

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