domingo, septiembre 28, 2008

Nothing to say


Sí, a veces hasta a mi me pasa eso.

Porque hace tiempo que sé que soy bueno para hablar, aunque no lo parezca.

La psicóloga que me entrevistó para ver si era apto o no para trabajar (lo soy, por si alguien lo duda) me dijo que era "considerablemente introvertido, pero que ello no influía en mi trabajo"

Eso es porque tengo doble personalidad. Y una de ellas también es doble.

Una de estas personalidades no quiere hacer nada. No le gusta salir de su casa, ni hablar con gente, le gustaría vivir en un mundo post apocalíptico, sin leyes ni demasiada gente. No es que no tenga fuerza para enfrentar el mundo real, sus exigencias, sus trámites y papeleos. Simplemente, no tiene ganas.

La segunda de esas personalidades es la que sí tiene ganas de levantarse y hacer algo por la vida. Es la que se levanta todos los días a trabajar, y la que desde hace una semana se preocupa de lavar los platos, ordenar las cosas, sacudir el mantel, y el sábado hizo pollo al horno por primera vez en su vida.

Es esta personalidad la que tiene un lado oscuro. Lo conocí cuando trabajaba en ventas, a comisión, y aquellas personas con las cuales compartías no las 8 horas de trabajo, sino más bien 10 o 12, tenían que ser tu único aliado contra los enemigos que atacaban por dos frentes (los clientes y los jefes) y al mismo tiempo tus peores enemigos, pues las ventas que ellos te quitaban era dinero que no entraba a tu bolsillo. Esa personalidad se encargaba de que eso no sucediera muy seguido. Y era la que menos me gustaba.

Han pasado tantos cambios en los últimos días, que aún me cuesta hacerme a la idea. Todos los cambios me han gustado (excepto que mi PC haya muerto). Y no puedo evitar pensar cuando me pasan estas cosas, en todo lo que he caminado hasta llegar aquí.

Desde la ventana de mi departamento se ve gran parte de Santiago, una ciudad a la que me costo sangre y lágrimas acostumbrarme, y a la que terminé amando con pasión. Muchos de los recuerdos de esa época volvieron a asomar en mi cabeza después de que, durante la mudanza, descubirera la cantidad de papeles y cosas de esa época que tenía guardadas.

Mientras escribo esto, Daniela, la mujer que he amado yo y todas mis personalidades y versiones, se distrae jugando y gritando, y sonríe cuando me mira. Y sólo por eso me siento feliz.

La primera de mis personalidades suele susurrarme al oído, en momentos como este, "en cualquier instante puedes perderlo todo y volver a ser yo".

La tercera de mis personalidades ya no dice nada, porque la callé hace años. Y no la hecho de menos.

El segundo de mis yo no tiene nada que decir. Tiene sueño a esta hora, está cansado después de las últimas semanas, y sigue necesitando vacaciones, aunque sabe que para eso queda aún más tiempo pero lo acepta sin quejarse demasiado.

Pasé casi una semana sin escribir (casi un mes sin escribir aquí, de paso) pero poco a poco eso vuelve. Y mientras eso lo siga haciendo, todo esta bien.

Ya tendré cosas que decir.

El segundo de mis yo no tiene nada que decir

3 comentarios:

Ilión dijo...

Pues no está nada mal para no tener nada que decir...

Qué bueno. Casa nueva... sed felices. :)

Pily dijo...

Hay ocasiones en que nos quedamos sin palabras, eso si, mucho sentimiento pero las palabras nomàs no salen.

Un abrazo fuerte a los 3 Mel¡¡ Y otro grandote para Daniela¡¡

XD

Anónimo dijo...

¡Gracias! :D