viernes, febrero 08, 2008

Más reflexiones de micro

Hace unos 8 años atrás, más o menos, empecé a trabajar por primera vez. No me sentía especialmente feliz al ver como todo el resto de mis amigos empezaba una vida universitaria, llena de nuevos conocimientos y mucha cerveza mientras yo estaba encerrado 10 horas atendiendo a gente que, en su mayoría, dejaba bastante mal parada a la especie humana. Pero seamos justos, me lo busqué.

En aquella época me interesaba escribir mucho más que ahora. Posiblemente haya sido consecuencia de mi necesidad desantendida de cultivar mi cerebro, pero siempre se me ocurrían cosas sobre las cuales escribir. Lo cual es muy diferente a escribirlas realmente, por cierto.

Por eso el otro día, mientras me bañaba en la mañana, pensaba que resultaba irónico el que en aquella época haya tenido tantas cosas sobre las cuales escribir y ningún medio donde hacerlo, y ahora que lo tenía no se me ocurrían cosas.

Camino hacia el metro, ese horrible transporte que consiste en morir sofocado y aplastado, y me pongo a pensar que quizás sea, simplemente, que me he vuelto más tonto con los años y haya olvidado lo que era pensar sobre cosas, reflexionar sobre las grandes incógnitas de la vida y todo lo demás. Eso era algo que me daba muchísimo miedo, por cierto, en aquella época. Pensaba que si eso me sucedía me volvería gris y siniestro, como los malos de Momo. Sin embargo, ninguna de las dos cosas fueron como las pensé.

El asunto es que, y aún recordando mi primer trabajo, cuando uno se mete en una pega como la de vendedor de libros, o cajero, o comida rápida, o similares, uno aprende rápidamente que uno de los grandes secretos para subsistir es precisamente no pensar. No sólo porque si uno se pone a pensar y analizar su situación tiende a deprimirse y sentir ganas de matar a todos los que te rodean por lo charcha y gris que es el trabajo de ese tipo, sino porque los jefes que tiene uno en esos trabajos suelen ser unas mierdas humanas que empezaron en ese trabajo y 10 años después siguieron haciendo lo mismo, jamás tuvieron la fuerza como para buscar otra cosa y la verdad, conociendo esa pega, uno no se sorprende que después de tener que tragar tanta mierda lo único que sepan hacer es vomitar esa mierda, lamentablemente, hacia sus subordinados.
Claro que hay un par de excepciones, gente que es feliz haciendo ese trabajo, como mi amigo Mario, y que por lo tanto están donde quieren estar en la vida, y ayudan a los demás a sobrellevar las cosas como lo hizo conmigo, de hecho. Pero no son muchos.

En fin, mi linea de pensamiento fue: nada que escribir -> olvidé pensar sobre cosas -> la necesidad de trabajar me atrofió el cerebro

Pero claro, uno trabaja porque necesita satisfacer las necesidades básicas de la vida. Como tener donde dormir, comer, vestirse, etc. Yo siempre tuve esas cosas, pero de todas maneras tuve que trabajar porque no se trataba de quedarse de vago toda la vida. Pero cuando uno está preocupado por satisfacer esas necesidades básicas, cuando uno no nada en la abundancia, tiende a olvidar las grandes preguntas filosóficas como ¿de dónde venimos, quiénes somos y adónde vamos? y reemplazarlas por otras más pragmáticas, del tipo ¿cómo voy a terminar el mes? y ¿qué voy a comer hoy?.

Y seguí preguntándome, cuando entonces ya había salido al fin del metro y estaba tomando micro con la refrescante brisa matutina de la última semana, ¿es necesario todo ese circo? ¿de qué sirve enredarse con preguntas que no van a tener respuestas certeras? ¿es necesario pensar tanto?
Si bien es cierto que la profundización en ciertos temas lleva a un refinamiento al respecto, a una especie de tecnicismo conceptual que resulta sumamente útil a la hora de hacer cosas, y que por otro lado menos práctico el interesarse por preguntas existencialistas ha llevado a mucha gente a hacer maravillosas novelas y películas las cuales a través de metáforas intentan explicar la vida, eso se resume a entretenimiento. En el sentido de que valor práctico, así como "esto te va a dar de comer y donde vivir", no tiene. Menos para el autor, claro.
Oséase, por una lado el pensar mucho nos ha traído las ciencias, y por otro, el entretenimiento. Pero, ¿de qué sirve todo eso a las personas que simplemente van pasando por ahí, aquellos que no son parte del cuerpo científico y no producen arte? Sólo están ahí para consumir los productos de ambos bandos, después de todo. Y sin embargo, nos seguimos sumiendo en una existencia llena de dudas y questionamientos internos, no podemos parar de preguntarnos "¿por qué" aunque no tengamos forma de conocer la verdad y, aunque la tengamos, no sabríamos que hacer con ella.
Y entonces, y esto fue cuando la micro iba doblando por el estadio italiano (por ende, el sueño y el hambre me estaban afectando y posiblemente ya no pensaba con demasiada claridad) me puse a pensar ¿Y si todo esto es parte de un gigantesco plan malévolo? ¿Y si a los malos les conviene que nos pasemos la vida inquietos, muchas veces angustiados, con preguntas existencialistas o debates sin sentido respecto a la ciencia y el arte, y así nos alejan del mundo real, físico e inmediato, y de esta forma ellos pueden hacer lo que quieran con él sin que nos demos cuenta?

Fue entonces, cuando me sorprendí a mi mismo y me dije "mírate, ya estás pensando de nuevo, idiota".

Damn.

1 comentario:

israel dijo...

Sí,pensar demasiado a veces es malo,por lo menos así lo veo yo,sobre todo si estás rodeado de pesimismo porque si eres una persona optimista y eres capaz de canalizar esos pensamientos en actos positivos que te ayuden pues vale pero si eres pesimista por naturaleza como yo por ahí vienen los problemas.

Uno empieza a hacerse preguntas y al no encontrar respuestas esto genera frustración pero está en la naturaleza del ser humano hacerse estas preguntas,siempre ha sido así.

Lo ideal es encontrar motivaciones,cosas con las que uno disfrute y que de alguna manera nos mantengan alejados de ese abismo que se esconde tras cada pregunta.

Bueno lo ideal es ser feliz pero eso es otra historia.