jueves, diciembre 14, 2006

In the End.

Ayer dí, finalmente, mi exámen de título. El único problema fue que el día anterior me resfrié así que mi defensa de informe de práctica lo hice medio disfónico (forcé tanto la voz que pasé casi una hora sin poder hablar bien) y con algo de fiebre, sin embargo igual saqué la nota más alta hasta el momento de mi promoción, un 6,4 y teniendo en cuenta la gente que queda por dar el exámen, podría asegurar que no me van a superar. Calculando a ojo la nota del informe en sí, el promedio de notas final y la nota del exámen, debería estar terminando con un promedio 6, lo cual me parece óptimo para haber estudiado una carrera que ni siquiera es mi pasión principal.

Ahora tan sólo queda conseguir trabajo estable. Como ya mencioné en la entrada anterior, tengo trabajo en la empresa en la que hice la práctica al menos hasta la primera semana de marzo; por lo que obviamente me estoy sacando cresta y media para lograr "venderme" y que decidan dejarme trabajando acá después de ese plazo.

Podría haber dedicado una entrada a lo que remeció el país el domingo pasado; la muerte de Pinochet. De hecho, pensé seriamente en escribir algo al respecto. ¿Porqué no lo hice? Porque mi exámen me pareció más importante. La muerte de Pinochet es considerablemente simple en realidad. El tipo se tenía que morir, tarde o temprano. Y su muerte no marca el fin de nada, ni el fin de una etapa ni es una esperanza para lograr finalmente la transición; al viejo nunca lo condenaron por ninguno de los juicios que tenía en contra por lo tanto su muerte es del todo inútil.
Lo único que sorprende, y eso hasta cierto punto, es la violencia de sus seguidores. Una violencia no siempre física (aunque la histérica que rompió vidrios, agarró a gritos a Cheyre y casi lincha al ciclista fue un espectáculo deplorable, casi tanto como el que los pacos ni la tocaran, sino que esperasen a que terminara de romper todo para llevarsela un ratito) sino que de violencia ideológica. La ignorancia y la ceguera ante hechos concretos que han demostrado sus defensores en las miles de entrevistas en los medios que han hecho durante estos días ha resultado realmente sorprendente. ¿El que porque el juez que lo dejó detenido en Londres fuese español, hay que golpear a los periodistas españoles? O peor aún, y lo que más me empelota en realidad, ¿El criticar y despreciar a Pinochet lo convierte a uno en comunista? La estrechez intelectual de esos fanáticos resulta vergonzosa. Si bien la izquierda es en mi opinión igual de despreciable, al menos tienen más neuronas.

O sea, esa frase que acuñaron varios fanáticos de Pinochet, la que decía "¿La diferencia? Mi héroe siguió luchando, el tuyo se suicidó?" es el más claro ejemplo de que el resentimiento no es exclusivo de la derecha.
Por lo demás, la frase está mal hecha; donde dice "luchando", debe decir "robando".

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