domingo, marzo 05, 2006

Hospital Día 4 (07/02/06) Parte 1

Crisis. En mala.

He experimentado en mi vida, en mayor y menor medida, lo que es el aislamiento. Y lo que es, en términos generales, sentirse solo. Pero nunca me afectó tanto como la noche anterior, y este mañana. Estar tan solo, no tener como comunicarte con nadie a quien quieres, no poder encontrar consuelo en otro, ni abrazo, ni cariño, ni nada.
Y además, el dolor. Tan intenso que no podía parar de llorar. El dolor de la pierna, tan intenso y del cual nadie se había preocupado ni tratado, una sensación de tener lava en vez de sangre en las piernas, ardiente e inmóvil. El dolor en la base de la espalda, por todos esos días sin poder levantarme de la cama y caminar; dolor en los huesos por la falta de movimiento. Un dolor muy agudo en la mitad derecha de la espalda (que ahora sé que se trataba del huésped maldito, el coágulo asesino) y finalmente un dolor en el pecho, como descarga eléctrica, al toser muy fuerte (o sea cada 2 minutos)
Ahora imagina todos esos dolores al mismo tiempo, tanto los físicos como los emocionales, con tanta intensidad que me sacaron del sueño, y grito, y no quiero llorar pero no hay forma de parar.
Miedo.
Por no saber lo que me esta pasando, no saber si acaso me estoy muriendo. El dolor y la tristeza me desorientan, termino que usan por aquí para decir que un paciente pierde lucidez. Pero si mantenía la conciencia. Veía todo y a todas, pero no sabía donde estaba, ni porqué. Y lo que mas me asustó, olvide como hablar. O más bien, era como cuando uno tiene la palabra en la punta de la lengua, pero en mi caso, eran todas las palabras.
Entonces me doy cuenta que no controlo mi cuerpo.
Empiezo a temblar, sigo tosiendo y eso me hace gritar de dolor, no puedo dejar de llorar y me ahogo así que vuelvo a toser.
Siento que me desnudan y me lavan y al hacerlo se dan cuenta que algo va mal. Una enfermera sale corriendo a llamar al doctor y yo pierdo la conciencia. Despierto, al parecer una hora mas tarde, pero sigo en el mismo estado mental. Siento que me meo encima y a todo el caos de emociones se le suma la humillación de no controlar mis esfínteres, la vergüenza de que me suceda algo que no me pasaba desde los 3 años, y vuelvo a perder la conciencia.
Una enfermera de las que ya conozco me despierta, y con preocupación dice que me orine, mientras me limpia. Le tomo la mano y le digo que tengo miedo, que no sé que me pasa, y creo que aún lloro. Ella me consuela y me limpia, mientras otra enfermera me da una pastilla y me duermo.
Al despertar volví a ser yo. Lo recordaba todo y ruego por no tener pesadillas sobre eso. El resto del día estuve triste, muy triste y avergonzado. Todos los doctores y enfermeras pasaron a verme e intentarme subirme el animo, y hasta cierto punto lo consiguieron.
Ese día aprendí dos cosas.
Primero, lo aburrido, lo mortificantemente aburrido que puede ser estar postrado en una cama sin poder dormir y sin fuerzas ni para leer.
Segundo, lo desvalido que se puede llegar a sentir uno cuando esta enfermo, y solo. No basta que te cuiden. Es necesario, además, que lo hagan con cariño. Y sobre todo, que te consuelen.

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