viernes, diciembre 30, 2005

El Muro

El Muro

Se supone que cuando uno tiene un amigo al que considera muy querido, se le conoce a fondo. Cosas tales como fechas de cumpleaños, detalles de infancia, traumas adolescentes, etc. Pero nada de eso es aplicable a Alvaro. Es por eso, que él es El Muro.
Con un apellido como el que tiene, no hubiese sido demasiado difícil molestarlo en el colegio, la broma es obvia. No creo recordar que se le haya hecho esa broma más de dos veces. Y no se puede decir que nuestro humor fuese excesivamente intelectual. Simplemente, Alvaro despide un aura de seriedad y respeto tan palpable que a uno le parecía inapropiado burlarse de él. Era como estar riéndose de un adulto.
Otra cosa que nos hacía respetar mucho a Alvaro, era su inteligencia. Si tuvo un promedio 6.8 en el colegio, fue tan sólo por culpa de los trabajos grupales, que le bajaban el promedio por culpa de los idiotas con los que hacía esos trabajos. O sea, nosotros. Nosotros éramos una pandilla de pendejos arrogantes, intelectualoides, egocéntricos y autosuficientes. Y a pesar de ello, reconocíamos ampliamente la inteligencia de Alvaro. A veces la odiábamos también. Es por eso, que él es El Muro.
No puedo decir que alguna vez, Alvaro me haya dado un consejo amigo en algún momento difícil de mi adolescencia. Lo cual no deja de ser curioso, siendo él ahora un psicólogo, con muchas probabilidades de ser muy destacado en el futuro. Eso sí, solía ser muy cuidadoso en emitir juicios sobre los demás. Excepto cuando estábamos ebrios. Pero cuando lo hacía, acertaba. Aunque doliese, que era casi siempre. En mi opinión, eso es lo que mide a los grandes amigos. Lo demás es, como dice uno de mis personajes favoritos, “horseshit”.
La relación de Alvaro y Daniel, el protagonista de mi anterior publicación, es bastante desconocida para mí. Porque no me entienda mal, querido lector, nuestra amistad no es de esas fotos Kodak donde salimos los tres sonriendo (dicho sea de paso, no creo que exista una foto así para empezar, y de estar equivocado, en el caso de que salgamos sonriendo, debe de ser por huevear) ni tampoco serviría para hacer esas improbables películas biográficas que dan los domingos en la tarde, sobre aquel grupo de amigos y sus correrías.
Para empezar, nuestra amistad es modular. Es decir, son ellos dos, y yo. Da lo mismo de qué combinación se trate, invariablemente las cosas son así. Probablemente, porque en el caso de ellos dos, sí existía una oposición completa, eran totalmente distintos. Ahora ya no tanto, como que se llegaron a equilibrar. Por eso pienso que es a Alvaro a quien realmente le dolió la partida de Daniel. Y no creo que me equivoque, aunque vaya a saber uno. Es por eso que él es El Muro.
Pero no vaya a pensar ud., querido lector, que esos distintos niveles de amistad entre los tres me producen algún tipo de malestar o molestia. Por el contrario, creo que no hubiese podido ser de otra manera. Ellos dos constituyen un apoyo al mundo real para mí; su unión me ha permitido estar en contacto con la realidad que, si bien no es la que ud. conoce, es la que a mi me importa. O sea, me ha permitido ignorar un poco la realidad que ud. sí conoce y que siempre amenaza con invadirme.
Para evolucionar, ellos se tuvieron el uno al otro. Yo tuve a mi fan nº 1. Y sin embargo, y esto es algo que no es sólo una impresión subjetiva, sino que se trata de algo palpable en cada reunión que hemos tenido, los tres estamos unidos por algo que no entendemos del todo bien, pero si lo suficiente como para sentir respeto por ello, y no mencionarlo muy seguido.
Ya que ninguno de los tres somos normales, es entendible que tampoco tengamos una amistad normal. Pese a que Alvaro vive a una media hora de mi casa en micro, y que él trabajaba a unos 10 minutos de donde yo estudiaba, no lo veo hace meses. Pero claro, eso no es realmente importante. Más que la continuidad, nos une el respeto, la admiración y la confianza del uno por el otro.
Ya que Alvaro también está de cumpleaños por estos días, este es mi regalo hacia él. Ojalá lo lea, aunque de hacerlo probablemente no lo sepa nunca. En todos estos años, y pese a que tiene casi todo lo que he escrito, jamás me ha dicho una palabra acerca de lo que escribo o qué piensa de ello. Es por eso, que él es El Muro.

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