Sentimientos encontrados me suscita este mes del año. Sobre mi chilenidad, mi identidad.
Cuando llegué a este país, yo era prácticamente un español. Tenía 15 años, y tan sólo los primeros seis los había pasado aquí. Apenas tenía recuerdos. A pesar de ello, como mi familia siguió manteniendo varios elementos propios de su nacionalidad, y como siendo extranjero en España uno nunca puede ser completamente español, algo de Chile quedaba en mí. Fue sorprendente reencontrarme con todo eso cuando volví a mi país. Ahora, han pasado 10 años y me siento completamente chileno. Es más, como he podido comprobar, estoy más orgulloso de serlo que muchos de mis compatriotas.
Pero aún así, tengo ciertos problemas. Partiendo por la palabra patria.
Como cualquiera habrá podido notar, con tanta bandera y sombreros de huaso colgados por todas partes, con cuecas sonando por aquí y por allá, estamos en el mes de la patria. Nombrado así porque, como todos dicen, el 18 de septiembre es el aniversario de la independencia de Chile. Lo cual es completamente falso; el 18 de septiembre es el aniversario de la primera junta de gobierno. Fue como por febrero que se firmó la independencia, cuando los realistas perdieron su tonta lealtad hacia un país que los consideraba poco más que un pueblito al fin del mundo. Septiembre es también el mes del ejército. Y eso me incomoda, ciertamente. Supongo que habrá sido el infame General quien hizo coincidir ambas fechas, la verdad es que no lo sé con seguridad. Aunque en realidad, si fue así o no, me da lo mismo, lo que me incomoda realmente es esa unión entre patria y ejército. Evoca violencia, marcialismo, y un montón de cosas que no me gustan.
Mi forma de sentir la chilenidad difiere radicalmente con lo que ve uno por estas fechas. El traje de huaso, los juegos de campo, las cuecas, no significan nada para mí. Porque nací y me crié en la ciudad. Quizás para mucha gente que viene del sur, para muchos que crecieron en ese ambiente, tenga mas significado. Pero no para mí, y supongo que tampoco para las personas que viven en el norte, que son tan chilenos como uno. Porque no me podrá negar ud., mi querido lector, que un tipo con poncho y sombrero en pleno desierto de Atacama se ve considerablemente ridículo. Y en mi opinión, uno en pleno Ahumada, entre tanto edificio espejado y en medio de la multitud, se ve igualmente fuera de lugar. O sea, ni el traje de huaso, ni las cuecas, ni el palo ensebado son Chile.
La comida, al menos, sí se puede compartir. Y es lo que más me gusta de estas fechas. Aunque coma empanadas todo el año, y ciertamente parece que la mitad de la ciudad hace asados todos los fines de semana, como que este mes las cosas impulsan más el asunto. Y si en el fondo, no se baila ni se escuchan cuecas todo el año, ¿no será que esas cosas no son tan identificables con el chileno después de todo?
Yo escucho música chilena todo el año. Es más, varios estilos musicales, como el funk o el hip hop, que no me agradan por lo general, si me gustan cuando son interpretados por bandas chilenas. En gran parte, el mérito de esto radica en mi radio favorita, la Rock & Pop. La primera radio que empezó a tocar música chilena en serio. Hace ocho años atrás, era muy raro escuchar en otra radio canciones de La Ley, Los Tres, Lucybell, los Chancho en Piedra, o cualquier otro músico chileno que no fuera pop o romántico. Ellos empezaron. Ellos se merecen el nombre de “la radio del rock chileno”. Entonces vuelvo a preguntarme, si me siento más orgulloso e identificado con la música chilena actual, en vez de con cuecas y tonadas, ¿no será que esas cosas no son parte de la realidad diaria del chileno? Porque está bien, pueden quejarse de que la música de Los Búnkers o Fiskales Ad-Hoc son apropiaciones chilenas de estilos extranjeros. Completamente cierto. ¿Pero qué tiene de chileno lo que consideramos como tradicional? Prácticamente nada. Las comidas, la ropa, la música, todas esas cosas que insisten en presentarnos como iconos de la chilenidad, son en su mayoría herencias de otros países, de otra gente. Y por lo tanto, no se diferencian demasiado de las bandas que acabo de mencionar. Simplemente ha pasado tanto tiempo, y la gente se interesa tan poco por la historia, que no se han dado cuenta.
Lo que intento decir con todo esto, es que no porque no baile cueca soy menos chileno. No porque el rodeo no me parezca interesante soy menos nacionalista. Prefiero escuchar un disco de Los Tres, o ver una película como Machuca o Sexo con Amor, y eso me hace tan nacionalista como cualquier otro. Pienso que la identidad de Chile es tan confusa, tan indefinida, porque intenta basarse en cosas que no son comunes a la mayoría de nosotros. Más que identificarnos, nos excluyen.
Y así, definitivamente, no se construye una patria.
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