El Muro
Se supone que cuando uno tiene un amigo al que considera muy querido, se le conoce a fondo. Cosas tales como fechas de cumpleaños, detalles de infancia, traumas adolescentes, etc. Pero nada de eso es aplicable a Alvaro. Es por eso, que él es El Muro.
Con un apellido como el que tiene, no hubiese sido demasiado difícil molestarlo en el colegio, la broma es obvia. No creo recordar que se le haya hecho esa broma más de dos veces. Y no se puede decir que nuestro humor fuese excesivamente intelectual. Simplemente, Alvaro despide un aura de seriedad y respeto tan palpable que a uno le parecía inapropiado burlarse de él. Era como estar riéndose de un adulto.
Otra cosa que nos hacía respetar mucho a Alvaro, era su inteligencia. Si tuvo un promedio 6.8 en el colegio, fue tan sólo por culpa de los trabajos grupales, que le bajaban el promedio por culpa de los idiotas con los que hacía esos trabajos. O sea, nosotros. Nosotros éramos una pandilla de pendejos arrogantes, intelectualoides, egocéntricos y autosuficientes. Y a pesar de ello, reconocíamos ampliamente la inteligencia de Alvaro. A veces la odiábamos también. Es por eso, que él es El Muro.
No puedo decir que alguna vez, Alvaro me haya dado un consejo amigo en algún momento difícil de mi adolescencia. Lo cual no deja de ser curioso, siendo él ahora un psicólogo, con muchas probabilidades de ser muy destacado en el futuro. Eso sí, solía ser muy cuidadoso en emitir juicios sobre los demás. Excepto cuando estábamos ebrios. Pero cuando lo hacía, acertaba. Aunque doliese, que era casi siempre. En mi opinión, eso es lo que mide a los grandes amigos. Lo demás es, como dice uno de mis personajes favoritos, “horseshit”.
La relación de Alvaro y Daniel, el protagonista de mi anterior publicación, es bastante desconocida para mí. Porque no me entienda mal, querido lector, nuestra amistad no es de esas fotos Kodak donde salimos los tres sonriendo (dicho sea de paso, no creo que exista una foto así para empezar, y de estar equivocado, en el caso de que salgamos sonriendo, debe de ser por huevear) ni tampoco serviría para hacer esas improbables películas biográficas que dan los domingos en la tarde, sobre aquel grupo de amigos y sus correrías.
Para empezar, nuestra amistad es modular. Es decir, son ellos dos, y yo. Da lo mismo de qué combinación se trate, invariablemente las cosas son así. Probablemente, porque en el caso de ellos dos, sí existía una oposición completa, eran totalmente distintos. Ahora ya no tanto, como que se llegaron a equilibrar. Por eso pienso que es a Alvaro a quien realmente le dolió la partida de Daniel. Y no creo que me equivoque, aunque vaya a saber uno. Es por eso que él es El Muro.
Pero no vaya a pensar ud., querido lector, que esos distintos niveles de amistad entre los tres me producen algún tipo de malestar o molestia. Por el contrario, creo que no hubiese podido ser de otra manera. Ellos dos constituyen un apoyo al mundo real para mí; su unión me ha permitido estar en contacto con la realidad que, si bien no es la que ud. conoce, es la que a mi me importa. O sea, me ha permitido ignorar un poco la realidad que ud. sí conoce y que siempre amenaza con invadirme.
Para evolucionar, ellos se tuvieron el uno al otro. Yo tuve a mi fan nº 1. Y sin embargo, y esto es algo que no es sólo una impresión subjetiva, sino que se trata de algo palpable en cada reunión que hemos tenido, los tres estamos unidos por algo que no entendemos del todo bien, pero si lo suficiente como para sentir respeto por ello, y no mencionarlo muy seguido.
Ya que ninguno de los tres somos normales, es entendible que tampoco tengamos una amistad normal. Pese a que Alvaro vive a una media hora de mi casa en micro, y que él trabajaba a unos 10 minutos de donde yo estudiaba, no lo veo hace meses. Pero claro, eso no es realmente importante. Más que la continuidad, nos une el respeto, la admiración y la confianza del uno por el otro.
Ya que Alvaro también está de cumpleaños por estos días, este es mi regalo hacia él. Ojalá lo lea, aunque de hacerlo probablemente no lo sepa nunca. En todos estos años, y pese a que tiene casi todo lo que he escrito, jamás me ha dicho una palabra acerca de lo que escribo o qué piensa de ello. Es por eso, que él es El Muro.
viernes, diciembre 30, 2005
martes, diciembre 20, 2005
Michelow
Conocí a Michelow en mi primer día de clases, en segundo medio, 1996. No es raro que, estando en el colegio, se le trate a otro por su apellido. Pero en su caso, Daniel no tenía muchas opciones. Su apellido era tan poco común que se transformó en sobrenombre de forma natural.
Siguiendo una linda pero bastante tonta tradición del colegio por aquel entonces, se hacía esperar a los alumnos nuevos en el patio y dos representantes del curso los iban a buscar. El primer problema fue que como nadie organizó nada, nosotros ya habíamos entrado a la sala y nos hicieron salir. El segundo es que no podían haber elegido a una peor persona para ir a buscarnos. Daniel jamás fue demasiado amable por obligación.
Por lo que me contaron mis otros compañeros después, Michelow fue el clásico niño problema del curso durante todos los años anteriores, y cuando lo conocí ya estaba en una etapa de calma. No es que hubiese dejado de ser el payaso del curso, sino que simplemente, se había aburrido de que lo huevearan todos los días la psicóloga y la vieja de UTP (lo siento, no me acuerdo de su nombre ni de qué significaban las siglas, sólo que era una vieja de mierda).
Aún así, al conocerlo, me pareció que Michelow era un soberano imbécil.
Con el tiempo, me he dado cuenta de que todas las personas que he conocido y que han sido amigos míos, me han caído mal al principio. Y los que me han caído bien al conocerlos, terminaron por no ser mis amigos.
No recuerdo si lo soñé, lo imaginé, lo novelé o si realmente sucedió, pero tengo toda la impresión de haber tenido con Michelow una conversación, poco antes de salir del colegio, en la que le confesé lo mal que me había caído y todo lo que lo odié. Y el hizo lo mismo. Yo lo odié porque él era todo lo que yo quería ser y no me atrevía a admitir. Michelow tenía la personalidad necesaria para acercarse a engrupir a una mina, la liviandad para ser sociable, el carisma para ser popular, la inteligencia para que valiese la pena hablar con él; yo no era nada de eso. En esa conversación, él me dijo que me odiaba porque yo tenía la seriedad que él no tenía, cierta gravedad y profundidad intelectual que hacía que incluso mis bromas pareciesen ser algo serio, que cuando hablaba, todos escuchaban porque parecía que lo que decía era importante. Y también porque tenía fe, y seguridad. Como dije antes, no recuerdo si esa conversación fue real o no, pero al menos lo que creo haber dicho sobre él sí lo era.
Los pocos carretes que tuve en el colegio, fueron con él. Viviendo en el departamento más grande que he conocido alguna vez, nos refugiábamos cinco o seis personas en su pieza, de 2 x 3 metros, a tomar y fumar marihuana. Y eso que yo no hacía ninguna de esas cosas por aquel entonces. Ahí nos juntábamos antes de ir a una fiesta. Sólo cuando nos hicimos “grandes” empezamos a carretear en el living. Mis mejores recuerdos de carretes de colegio son en esa casa. Los otros, de cuando con él y un par de amigos más nos íbamos a caminar después de la medianoche por Providencia, y usábamos las escaleras mecánicas del Paseo Las Palmas como resbalín.
Michelow tiene cierto aire cuico. Yo no he sido nunca un resentido y eso no me molestaba. Por lo demás, él nunca fue cuico, simplemente tenía el mismo vocabulario, y una forma de ver la vida bastante similar. Ni siquiera se le fue cuando estudió filosofía y llegó a ser pobre como una rata.
Junto a él y un par de amigos más construimos un mundo en el cual aún vivo. Carretes en los que hablábamos de Nietzsche, de Dune, de Tolkien; escuchábamos el AEnima de Tool y el Antichrist Superstar de Marilyn Manson, y sobre todo los Fiskales Ad-Hok. Literatura, filosofía, música, tonteras. El mundo que me mantiene vivo, con los mejores amigos que pude haber tenido. Y pese a que él nunca me perdonó que me iniciara en el alcohol sin él y el resto de mis compañeros de curso, pagué la deuda con creces en carretes posteriores, cuando tomábamos té (tres cuartos de pisco, dos hielos y el resto, coca cola) y hablábamos de cosas profundas. Aunque realmente lo único profundo de esas conversaciones era la forma en la cual nos hablábamos el uno al otro. Es decir, no como amigos. No con mentiras, ni pelambres, ni frases políticamente correctas. Hablábamos al estilo Nietzsche. Directamente, sin faltar a la verdad, por mucho que nos molestara. Así fue como llegamos a querernos tanto, porque esos son los amigos de verdad.
El tiempo y las circunstancias nos separaron. Al principio fue cuando yo empecé a trabajar y ellos empezaron la universidad, pero a pesar de ello nos veíamos un par de veces al mes. La separación real vino un poco después. Pero estoy equivocado, no fue algo real. Fue una separación solamente física. Nos empezamos a ver casi cada tres o seis meses. Después, algunas veces pasaron años sin que nos viéramos.
Hace casi un año, nuestro amigo en común, el nexo, aquel del cual hablaré dentro de poco, me llamó diciendo que nos teníamos que juntar sin excusas. Michelow se iba del país a estudiar a Alemania. Después de casi tres años sin vernos, llegamos a la botillería donde él estaba trabajando. Nos tomamos una chela, compartimos los cigarros y empezamos a carretear. Y me di cuenta que realmente, pese a que el tiempo había pasado, pese a que habíamos crecido, pese a que habíamos tomado caminos muy distintos, todo era igual. Seguíamos hablando no de las mismas cosas, pero sí del mismo tema de fondo; nuestra amada filosofía, nuestra forma de ver el mundo. Y tal como sucede con los amigos de verdad, sin necesidad de explicar lo que decíamos. Todo se entendía.
Si algo lamento de los últimos años, fue no haberlos tenido más cerca. Ellos si se mantuvieron unidos, fui yo quien se alejó. Afortunadamente, no los perdí.
No huevón, no me olvidé que estas de cumpleaños. Y sí, aunque suene a maricón te hecho mucho de menos. Y espero con ganas que vengas a darte una vuelta por aquí, juntarnos, volver a tomar, y hablar seriamente de todas las huevadas poco serias que nos gusta conversar.
Hasta pronto.
Siguiendo una linda pero bastante tonta tradición del colegio por aquel entonces, se hacía esperar a los alumnos nuevos en el patio y dos representantes del curso los iban a buscar. El primer problema fue que como nadie organizó nada, nosotros ya habíamos entrado a la sala y nos hicieron salir. El segundo es que no podían haber elegido a una peor persona para ir a buscarnos. Daniel jamás fue demasiado amable por obligación.
Por lo que me contaron mis otros compañeros después, Michelow fue el clásico niño problema del curso durante todos los años anteriores, y cuando lo conocí ya estaba en una etapa de calma. No es que hubiese dejado de ser el payaso del curso, sino que simplemente, se había aburrido de que lo huevearan todos los días la psicóloga y la vieja de UTP (lo siento, no me acuerdo de su nombre ni de qué significaban las siglas, sólo que era una vieja de mierda).
Aún así, al conocerlo, me pareció que Michelow era un soberano imbécil.
Con el tiempo, me he dado cuenta de que todas las personas que he conocido y que han sido amigos míos, me han caído mal al principio. Y los que me han caído bien al conocerlos, terminaron por no ser mis amigos.
No recuerdo si lo soñé, lo imaginé, lo novelé o si realmente sucedió, pero tengo toda la impresión de haber tenido con Michelow una conversación, poco antes de salir del colegio, en la que le confesé lo mal que me había caído y todo lo que lo odié. Y el hizo lo mismo. Yo lo odié porque él era todo lo que yo quería ser y no me atrevía a admitir. Michelow tenía la personalidad necesaria para acercarse a engrupir a una mina, la liviandad para ser sociable, el carisma para ser popular, la inteligencia para que valiese la pena hablar con él; yo no era nada de eso. En esa conversación, él me dijo que me odiaba porque yo tenía la seriedad que él no tenía, cierta gravedad y profundidad intelectual que hacía que incluso mis bromas pareciesen ser algo serio, que cuando hablaba, todos escuchaban porque parecía que lo que decía era importante. Y también porque tenía fe, y seguridad. Como dije antes, no recuerdo si esa conversación fue real o no, pero al menos lo que creo haber dicho sobre él sí lo era.
Los pocos carretes que tuve en el colegio, fueron con él. Viviendo en el departamento más grande que he conocido alguna vez, nos refugiábamos cinco o seis personas en su pieza, de 2 x 3 metros, a tomar y fumar marihuana. Y eso que yo no hacía ninguna de esas cosas por aquel entonces. Ahí nos juntábamos antes de ir a una fiesta. Sólo cuando nos hicimos “grandes” empezamos a carretear en el living. Mis mejores recuerdos de carretes de colegio son en esa casa. Los otros, de cuando con él y un par de amigos más nos íbamos a caminar después de la medianoche por Providencia, y usábamos las escaleras mecánicas del Paseo Las Palmas como resbalín.
Michelow tiene cierto aire cuico. Yo no he sido nunca un resentido y eso no me molestaba. Por lo demás, él nunca fue cuico, simplemente tenía el mismo vocabulario, y una forma de ver la vida bastante similar. Ni siquiera se le fue cuando estudió filosofía y llegó a ser pobre como una rata.
Junto a él y un par de amigos más construimos un mundo en el cual aún vivo. Carretes en los que hablábamos de Nietzsche, de Dune, de Tolkien; escuchábamos el AEnima de Tool y el Antichrist Superstar de Marilyn Manson, y sobre todo los Fiskales Ad-Hok. Literatura, filosofía, música, tonteras. El mundo que me mantiene vivo, con los mejores amigos que pude haber tenido. Y pese a que él nunca me perdonó que me iniciara en el alcohol sin él y el resto de mis compañeros de curso, pagué la deuda con creces en carretes posteriores, cuando tomábamos té (tres cuartos de pisco, dos hielos y el resto, coca cola) y hablábamos de cosas profundas. Aunque realmente lo único profundo de esas conversaciones era la forma en la cual nos hablábamos el uno al otro. Es decir, no como amigos. No con mentiras, ni pelambres, ni frases políticamente correctas. Hablábamos al estilo Nietzsche. Directamente, sin faltar a la verdad, por mucho que nos molestara. Así fue como llegamos a querernos tanto, porque esos son los amigos de verdad.
El tiempo y las circunstancias nos separaron. Al principio fue cuando yo empecé a trabajar y ellos empezaron la universidad, pero a pesar de ello nos veíamos un par de veces al mes. La separación real vino un poco después. Pero estoy equivocado, no fue algo real. Fue una separación solamente física. Nos empezamos a ver casi cada tres o seis meses. Después, algunas veces pasaron años sin que nos viéramos.
Hace casi un año, nuestro amigo en común, el nexo, aquel del cual hablaré dentro de poco, me llamó diciendo que nos teníamos que juntar sin excusas. Michelow se iba del país a estudiar a Alemania. Después de casi tres años sin vernos, llegamos a la botillería donde él estaba trabajando. Nos tomamos una chela, compartimos los cigarros y empezamos a carretear. Y me di cuenta que realmente, pese a que el tiempo había pasado, pese a que habíamos crecido, pese a que habíamos tomado caminos muy distintos, todo era igual. Seguíamos hablando no de las mismas cosas, pero sí del mismo tema de fondo; nuestra amada filosofía, nuestra forma de ver el mundo. Y tal como sucede con los amigos de verdad, sin necesidad de explicar lo que decíamos. Todo se entendía.
Si algo lamento de los últimos años, fue no haberlos tenido más cerca. Ellos si se mantuvieron unidos, fui yo quien se alejó. Afortunadamente, no los perdí.
No huevón, no me olvidé que estas de cumpleaños. Y sí, aunque suene a maricón te hecho mucho de menos. Y espero con ganas que vengas a darte una vuelta por aquí, juntarnos, volver a tomar, y hablar seriamente de todas las huevadas poco serias que nos gusta conversar.
Hasta pronto.
lunes, diciembre 12, 2005
Go Gordis Go!!!
Ok, quizás era algo que todos esperaban, pero igual me pareció emocionante. Ver a la Gordis en su discurso post resultados, haciéndose la brígida como ya era hora que lo hiciese, fue genial. Porque está bien, quizás fue demasiado soberbia y un tanto puntúa, pero si quiere ganar en enero va a tener que ser así. Creerse el cuento, ponerse brígida.
Si ud. hace una búsqueda en los diarios, por lo menos on-line, ahora que ya pasaron las elecciones, no se sorprenda. Visite LUN. No es que le falten hojas al diario (ahora que lo podemos comprobar, con ese diseño asqueroso que tienen), sino que simplemente, y siendo bastante careraja, Las Últimas Noticias NO pusieron nada sobre Bachelete. Excepto que, y cito, “Triunfó a medias”, haciendo alusión a que no ganara en primera vuelta. Y si está ud. revisando El Mercurio, tampoco hace mucho escándalo. Aparte de poner en la portada que va a segunda vuelta, y una cuña de ella diciendo que le hubiese gustado ganar en primera vuelta, sólo entran en detalle en un análisis bastante parcial titulado “Bachelet no logra captar todo el apoyo de la Concertación” aludiendo a que tuvo 6 puntos menos que Lagos en las elecciones del 2001. Pero la joya no está ahí, sino cuando uno empieza a leer el análisis y sugieren que eso se debe, posiblemente, a que sea mujer, para terminar con “por eso, muchos, a lo mejor hoy, se preguntan si fue la mejor carta oficialista para esta contienda, donde el desgaste de tres gobiernos ya implicaba un alto riesgo.”. O sea, si van a perder, háganlo con honor.
O por otro lado, si van a empezar a hacer análisis tendenciosos, hablen de cómo Lavín juró (literalmente) que iba a pasar a segunda vuelta hasta hace sólo días.
Ud., mi querido lector, tal vez se esté preguntado si acaso ahora me las doy de periodista o analista político chanta. La verdad, es que no. Sucede, simplemente, que no me puedo quedar tranquilo viendo lo careraja que son algunos diarios. Ni siquiera The Clinic son tan frescos de raja, y eso que se asumen como un pasquín, y de hueveo más encima.
A propósito de la entrada anterior, sobre política, que suscitó cierto nivel de polémica entre algunos de mis lectores, prometo aclarar el porqué de lo escrito en otra ocasión, pero pronto.
Pero si sirve de algo, admito que me arrepiento de no haber votado por Lagos. Ni por la Gordi. Pese a que sean los únicos que hayan agradado entre todos los otros candidatos presidenciales.
Si ud. hace una búsqueda en los diarios, por lo menos on-line, ahora que ya pasaron las elecciones, no se sorprenda. Visite LUN. No es que le falten hojas al diario (ahora que lo podemos comprobar, con ese diseño asqueroso que tienen), sino que simplemente, y siendo bastante careraja, Las Últimas Noticias NO pusieron nada sobre Bachelete. Excepto que, y cito, “Triunfó a medias”, haciendo alusión a que no ganara en primera vuelta. Y si está ud. revisando El Mercurio, tampoco hace mucho escándalo. Aparte de poner en la portada que va a segunda vuelta, y una cuña de ella diciendo que le hubiese gustado ganar en primera vuelta, sólo entran en detalle en un análisis bastante parcial titulado “Bachelet no logra captar todo el apoyo de la Concertación” aludiendo a que tuvo 6 puntos menos que Lagos en las elecciones del 2001. Pero la joya no está ahí, sino cuando uno empieza a leer el análisis y sugieren que eso se debe, posiblemente, a que sea mujer, para terminar con “por eso, muchos, a lo mejor hoy, se preguntan si fue la mejor carta oficialista para esta contienda, donde el desgaste de tres gobiernos ya implicaba un alto riesgo.”. O sea, si van a perder, háganlo con honor.
O por otro lado, si van a empezar a hacer análisis tendenciosos, hablen de cómo Lavín juró (literalmente) que iba a pasar a segunda vuelta hasta hace sólo días.
Ud., mi querido lector, tal vez se esté preguntado si acaso ahora me las doy de periodista o analista político chanta. La verdad, es que no. Sucede, simplemente, que no me puedo quedar tranquilo viendo lo careraja que son algunos diarios. Ni siquiera The Clinic son tan frescos de raja, y eso que se asumen como un pasquín, y de hueveo más encima.
A propósito de la entrada anterior, sobre política, que suscitó cierto nivel de polémica entre algunos de mis lectores, prometo aclarar el porqué de lo escrito en otra ocasión, pero pronto.
Pero si sirve de algo, admito que me arrepiento de no haber votado por Lagos. Ni por la Gordi. Pese a que sean los únicos que hayan agradado entre todos los otros candidatos presidenciales.
jueves, diciembre 08, 2005
Elecciones
Criados para ser estúpidos,
Educados para no ser nada de nada
- Marilyn Manson, “I don’t like the drugs (but the drugs like me)”
Imposible aislarse del tema electoral. Menos aún cuando no quiero. Cuando mi espíritu de sociólogo frustrado, iniciado hace muchos años atrás por Bad Religion y ahora renovado e impulsado por mi maravillosa novia, se vuelve loco analizando y observando todos los detalles.
El destrozo reiterativo y generalizado de propaganda UDI me parece clamor popular. El hecho de que tengan más carteles que los otros tres candidatos juntos y que critiquen a Piñera por ser empresario (y aleguen que no tienen tanta plata como él, y que están solos) me parece patético. Ok, sé que van a decir que soy imparcial y que no puedo evitar atacar a la UDI. Pero la verdad es que ellos no hacen más dejármelo más fácil.
Hoy, un compañero de clases se mostró sorprendido cuando me preguntó y le contesté que no, no estoy inscrito, no voto. Probablemente porque soy el único que ando con The Clinic y que entiendo los chistes políticos de los profesores, se mostró sorprendido. Y hace un par de semanas, ante un comentario anti UDI de mi parte, otro de mis compañeros se mostró también sorprendido cuando, al decirme comunista, le dije que esos idiotas me caen igual de mal.
No es raro que no me comprendan. No sólo ellos, que son bastante más niños que yo. Sino que en términos generales. La mayor parte de la gente piensa que, al estar en contra de la UDI, soy automáticamente comunista. Y que por el contrario, al estar a favor de frases como “el trabajo dignifica” y cosas por el estilo, soy automáticamente de derecha. Tal estrechez de visión política no sólo tiene su explicación en que vivamos en un país muy polarizado en términos políticos, donde aquellos políticos que se declaran de centro no son más que hueones que tiran para donde les convenga, o son directamente espías de partidos extremistas. La explicación de fondo, es que nadie se interesa por la política.
Ahora, lo interesante sería averiguar el por qué.
La gente ignorante, cuando opina (y puta que son buenos para opinar, cuanto más ignorantes son, más hablan) lo hace basado en un montón de clichés. Y los clichés no son más que frases hechas, por gente supuestamente inteligente, que cuando son pronunciados entre gente que tampoco tiene el hábito de pensar mucho hacen que el locutor parezca muy inteligente. Como dice uno de mis personajes favoritos, “horseshit”.
En este tema de la política, los clichés más comunes son “todos los políticos son iguales, mentirosos y ladrones” y “no existe nadie honesto, el sistema no va a cambiar nunca porque todos son corruptos”. Y no nos olvidemos del más mencionado, “a mi no me interesa la política”. Más allá de que cualquier persona es libre de decir algo así, me parece que al hacerlo es también sumamente imbécil.
La política no es algo que hagan unos tipos empaquetados en ternos caros, que salen en la tele y que almuerzan por 10 lucas mínimo. La política es algo que se vive día a día. Estimado señor cliché: ¿De dónde mierda cree ud. que salen todas esas leyes laborales que le cagan el día? ¿Acaso piensa ud. que todas esas normas idiotas que le obligan a vivir su vida de cierta forma, nacieron del aire? ¿Qué cada vez que un banco o cualquier otra institución se lo caga, lo hace por algo personal?
No se equivoque.
Todas esas cosas, son política. Están relacionadas, reguladas o influenciadas por la política. El hecho de que ud. insista en que la política no le interesa no es más que la forma más descarada y grotesca en que lo han hecho hueón a ud. Al hacer que ud., en su cabeza, crea que el funcionamiento del mundo, de la sociedad donde ud. vive, y la política son cosas separadas es la mejor forma que tienen esos imbéciles, corruptos, ladrones y mentirosos de hacerlo hueón a ud., como quieran y cuantas veces quieran.
Cuando menos conciente sea de este hecho, más fácil es para ellos decir tonteras para que ud., que por alguna u otra razón está obligado a darles un voto, lo haga sin tener la más mínima idea de lo que está haciendo. Y todo porque ud., alegremente, comenta en alguna conversación casual en su trabajo o en una fiesta, “a mi no me interesa la política”. Por favor, la próxima vez que piense en decirlo, recapacite y no haga el hueón.
¿Qué por qué yo no voto si me importa tanto el tema?
Porque no siento que nadie me represente. Porque mientras el sistema binominal funcione va a ser muy complicado eso de que la democracia funcione; van a seguir los mismos de siempre en sus lindos bloques de poder que tanto les gustan, una especie de club de Tobi mucho más perverso.
¿Cuál es mi opción política entonces, ya que no me siento representado ni soy de derecha, ni izquierda ni centro?
La única idea política que me interesó alguna vez la mencionó un tipo que terminó siendo un genocida. Así que digamos que aún me lo estoy pensando.
Pero le insisto. No sea hueón. Ni dejen que lo hagan hueón.
Haga algo distinto en su vida, y piense para variar.
Educados para no ser nada de nada
- Marilyn Manson, “I don’t like the drugs (but the drugs like me)”
Imposible aislarse del tema electoral. Menos aún cuando no quiero. Cuando mi espíritu de sociólogo frustrado, iniciado hace muchos años atrás por Bad Religion y ahora renovado e impulsado por mi maravillosa novia, se vuelve loco analizando y observando todos los detalles.
El destrozo reiterativo y generalizado de propaganda UDI me parece clamor popular. El hecho de que tengan más carteles que los otros tres candidatos juntos y que critiquen a Piñera por ser empresario (y aleguen que no tienen tanta plata como él, y que están solos) me parece patético. Ok, sé que van a decir que soy imparcial y que no puedo evitar atacar a la UDI. Pero la verdad es que ellos no hacen más dejármelo más fácil.
Hoy, un compañero de clases se mostró sorprendido cuando me preguntó y le contesté que no, no estoy inscrito, no voto. Probablemente porque soy el único que ando con The Clinic y que entiendo los chistes políticos de los profesores, se mostró sorprendido. Y hace un par de semanas, ante un comentario anti UDI de mi parte, otro de mis compañeros se mostró también sorprendido cuando, al decirme comunista, le dije que esos idiotas me caen igual de mal.
No es raro que no me comprendan. No sólo ellos, que son bastante más niños que yo. Sino que en términos generales. La mayor parte de la gente piensa que, al estar en contra de la UDI, soy automáticamente comunista. Y que por el contrario, al estar a favor de frases como “el trabajo dignifica” y cosas por el estilo, soy automáticamente de derecha. Tal estrechez de visión política no sólo tiene su explicación en que vivamos en un país muy polarizado en términos políticos, donde aquellos políticos que se declaran de centro no son más que hueones que tiran para donde les convenga, o son directamente espías de partidos extremistas. La explicación de fondo, es que nadie se interesa por la política.
Ahora, lo interesante sería averiguar el por qué.
La gente ignorante, cuando opina (y puta que son buenos para opinar, cuanto más ignorantes son, más hablan) lo hace basado en un montón de clichés. Y los clichés no son más que frases hechas, por gente supuestamente inteligente, que cuando son pronunciados entre gente que tampoco tiene el hábito de pensar mucho hacen que el locutor parezca muy inteligente. Como dice uno de mis personajes favoritos, “horseshit”.
En este tema de la política, los clichés más comunes son “todos los políticos son iguales, mentirosos y ladrones” y “no existe nadie honesto, el sistema no va a cambiar nunca porque todos son corruptos”. Y no nos olvidemos del más mencionado, “a mi no me interesa la política”. Más allá de que cualquier persona es libre de decir algo así, me parece que al hacerlo es también sumamente imbécil.
La política no es algo que hagan unos tipos empaquetados en ternos caros, que salen en la tele y que almuerzan por 10 lucas mínimo. La política es algo que se vive día a día. Estimado señor cliché: ¿De dónde mierda cree ud. que salen todas esas leyes laborales que le cagan el día? ¿Acaso piensa ud. que todas esas normas idiotas que le obligan a vivir su vida de cierta forma, nacieron del aire? ¿Qué cada vez que un banco o cualquier otra institución se lo caga, lo hace por algo personal?
No se equivoque.
Todas esas cosas, son política. Están relacionadas, reguladas o influenciadas por la política. El hecho de que ud. insista en que la política no le interesa no es más que la forma más descarada y grotesca en que lo han hecho hueón a ud. Al hacer que ud., en su cabeza, crea que el funcionamiento del mundo, de la sociedad donde ud. vive, y la política son cosas separadas es la mejor forma que tienen esos imbéciles, corruptos, ladrones y mentirosos de hacerlo hueón a ud., como quieran y cuantas veces quieran.
Cuando menos conciente sea de este hecho, más fácil es para ellos decir tonteras para que ud., que por alguna u otra razón está obligado a darles un voto, lo haga sin tener la más mínima idea de lo que está haciendo. Y todo porque ud., alegremente, comenta en alguna conversación casual en su trabajo o en una fiesta, “a mi no me interesa la política”. Por favor, la próxima vez que piense en decirlo, recapacite y no haga el hueón.
¿Qué por qué yo no voto si me importa tanto el tema?
Porque no siento que nadie me represente. Porque mientras el sistema binominal funcione va a ser muy complicado eso de que la democracia funcione; van a seguir los mismos de siempre en sus lindos bloques de poder que tanto les gustan, una especie de club de Tobi mucho más perverso.
¿Cuál es mi opción política entonces, ya que no me siento representado ni soy de derecha, ni izquierda ni centro?
La única idea política que me interesó alguna vez la mencionó un tipo que terminó siendo un genocida. Así que digamos que aún me lo estoy pensando.
Pero le insisto. No sea hueón. Ni dejen que lo hagan hueón.
Haga algo distinto en su vida, y piense para variar.
sábado, diciembre 03, 2005
Venganza Burguesa
“This is the first day of my last days”
Wish – Nine Inch Nails
Hoy me he dado cuenta que he logrado hacer de mis días de trabajo una inconciencia casi absoluta. Pasé 8 horas allá y apenas tengo recuerdos de un par de minutos. Como en Neuromante (libro de uno de mis autores favoritos, William Gibson) cuando Molly explica que para ganar dinero para hacerse los transplantes biomecánicos, trabajo en un prostíbulo en el cual le implantaban una especie de circuito cerrado neuronal. Hacía lo que fuese sin darse cuenta, su mente dormía. Al fin del día se sentía adolorida, pero con los bolsillos llenos de dinero.
Wish – Nine Inch Nails
Hoy me he dado cuenta que he logrado hacer de mis días de trabajo una inconciencia casi absoluta. Pasé 8 horas allá y apenas tengo recuerdos de un par de minutos. Como en Neuromante (libro de uno de mis autores favoritos, William Gibson) cuando Molly explica que para ganar dinero para hacerse los transplantes biomecánicos, trabajo en un prostíbulo en el cual le implantaban una especie de circuito cerrado neuronal. Hacía lo que fuese sin darse cuenta, su mente dormía. Al fin del día se sentía adolorida, pero con los bolsillos llenos de dinero.
La única diferencia con mi caso, y que no es menor, es eso de la parte de los bolsillos. Lamentable, pero cierto. Estoy harto de vivir todos los meses con 40 lucas, lo cual en realidad ni siquiera es cierto porque siempre termino el mes con plata prestada, para devolverla cuando recibo el cheque y volver a endeudarme a fin de mes. Y sé que me quedan por lo menos 6 meses más de lo mismo. Tan sólo espero no tener que pasar por lo mismo. De hecho, es por ello que estoy luchando.
Ayer fue mi último día de clases. Claro que en realidad, como siempre, no es tan así. Igual tengo que ir el lunes, terminar de entregar algunas cosas, cerrar promedios, dar exámenes. Para cuando todo termine, empiezo a trabajar unas 10 horas diarias, sin días libres, hasta el 24 de diciembre. Después, un par de días más de trabajo, y si todo funciona bien, tendré vacaciones. Cosa que necesito.
Y el fin se acerca.
De momento, no más clases. Al fin. No porque no quiera estudiar más, sino porque el instituto, en sí, me tiene chato. Hasta me deprime un poco tener que ir, de hecho. Tendré mi título. Ojala, una buena práctica. Se supone que después de eso, empiezo a vivir.
Eso es lo que deseo. Después de todo. Volver a vivir. Volver a salir, disfrutar de un fin de semana, de esos pequeños regalos mágicos que son los feriados. Pasarlo bien un viernes en la noche. Desde mi adolescencia odié los malls. Después de trabajar en uno, los detesté aún más. Hoy me di cuenta de que en realidad, espero algún día volver a un mall, un sábado por la mañana. Usted se preguntará porqué, después de haberlos odiado tanto. Yo le diré por qué. Por venganza. Por ver todo el asunto desde el otro lado. Por llegar, desayunar en el patio de comidas, comprar algo y estar de vuelta en casa antes del mediodía, con toda la tarde libre por delante. Una venganza burguesa.
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