En un lugar de mi cabeza, hay un siniestro cementerio gótico donde han ido a morir todas las entradas a este blog que en algún momento imaginé, pero terminé abandonando o desechando. Es un lugar espeluznante y muy, muy poblado.
Si, el hecho de que una parte de mi cerebro tenga un lugar como ese explica por qué no necesito drogas.
Y no, ese no es el lugar más terrorífico poblado por filamentos de mi imaginación. En realidad ese cementerio es lo que ha crecido alrededor de una puerta que lleva directamente al infierno, donde conviven todos los cuentos y relatos en los que pienso al menos una vez al día, pero sobre los que nunca he terminado una maldita historia.
Quedaría muy bien decir que una fría, helada y lluviosa noche como esta fui visitado por el fantasma de una de esas entradas y me obligó a escribir esto. Pero la realidad no es tan melodramática; de hecho es tan aburrida que dejó de llover hace unas tres horas, ahora simplemente hace un frío de mierda.
Lo que me vino a la mente en realidad fue una cita a medio recordar sobre que el mal es cuando uno no hace nada. 5 segundos después Google me dice que la cita completa es ""All that is necessary for the triumph of evil is that good men do nothing." ("Todo lo que se necesita para el triunfo del mal es que los hombres buenos no hagan nada") y es de un tal Edmund Burke. Aunque al parecer ya no están tan seguros de ello. Eso viene a demostrar que la realidad fue mucho más melodramática que mi mala memoria intentando recordar la cita, lo cual es una notable patada metafórica a las gónadas de mi orgullo propio.
Eso y que parte de mi cabeza insistía en confundir esa cita con la de Dumbledore en Harry Potter y la Orden del Fénix, "Ha llegado el momento de elegir entre el bien, y lo que es fácil". Pero no me voy a verificar si la cita es tal como la recuerdo o si le acerté al libro porque sino, jamás terminaré esto.
A lo que voy con todo esto, es que hace unos días iba a escribir acerca de otro aspecto de hacerse viejo (nunca me canso de esto, quizás es una forma de convencerme porque en mi fuero interior no veo que crezca nunca) en relación a que después de todo el camino en el que uno encuentra la forma de ganarse la vida, de tener cierta tranquilidad espiritual y emocional, cuando uno a logrado todo eso al menos momentáneamente, la vida se transforma en algo tranquilo. Quizás hasta monótono, pero no en el mal sentido; es una agradable regularidad, una rutina confortante, no mortificante.
¿Por qué es tan importante hacer la diferencia? Porque cuando era un joven idealista y adolescente solía jurarme a mi mismo que jamás sería una de esas personas atrapadas por la rutina, grises y sin vida. Y ahora que me veo con dividendos y tarjetas de crédito, haciendo compras mensuales al supermercado y con el pelo cada vez más lleno de canas, parte de mi quiere asegurarse de que al menos esa promesa hecha a mi mismo no haya sido rota, como varias otras.
Hablando de ello; muchas de esas promesas han sido rotas con pleno conocimiento de su existencia, y bajo el convencimiento de que en realidad de pendejo era un completo idiota al pensar de cierta forma, que ahora tengo más claridad de juicio y sabiduría, y plenamente consciente de que mi antiguo yo odiaría a mi actual yo.
Pero volviendo a la rutina y la vida gris...
... si bien es cierto que pienso cosas de este tipo todo el tiempo, la idea tomó más cuerpo cuando estaba escuchando una canción de los Fiskales. No se me escapa la ironía de escuchar el disco de una banda punk que en ese momento tenía grabado en un cassette, 10 años después la estaba escuchando en un teléfono celular. Ojo, hablo de ironía, no de culpabilidad.
La letra en cuestión dice "es la necesidad, de calmar la ansiedad, tomando algo que se lleve lejos de mi mente, las miradas, amargadas, de esos adormilados zombies en el Metro. Ocultando tras sus coloridas ropas sus heridas y llenando los cuartos vacíos de sus vidas, con tarjetas que te dan cariño un rato y que te dejan seco y sin saliva (...) yo sólo quiero verme tranquilo a fin de mes riéndome con mis amigos de las cosas que nunca vamos a tener".
En la época en la que escuchaba estas canciones por primera vez (porque las he seguido escuchando todos estos años) mi cabeza tenía bastantes ideas grandilocuentes respecto a revoluciones y cambiar el mundo, cosas enormes en un sentido épico. Ahora tengo más bien la convicción de que una forma de anular a la gente es meterle todas esas ideas en la cabeza, esa convicción de que lo único que vale la pena hacer es algo más grande que uno mismo, algo que cambie todo el mundo.
Sigo creyendo que el mundo no está bien. Pero también creo que la vida no es justa, y pretender que lo sea es negar su esencia. Es intentar aferrarse a una noción infantil que sólo existe cuando se es niño, y el carácter divino de los padres puede poner equidad en la vida y balancear las cosas, pero que desaparece una vez que uno crece y se enfrenta al mundo real. Y que el seguir empeñado en esperar que la vida debe ser justa, no sirve absolutamente de nada. Ahora creo que para cambiar las cosas, no se puede derribar el orden establecido; después de todo por algo se sostiene el sistema. Es imperfecto, es injusto, pero al alternativa siempre es peor. Y para realmente hacer un cambio, se debe cambiar desde adentro, no agarrando una utopía que luce tan bien en la teoría e intentar forzarla en el mundo real. Un repaso ligero a la historia da pruebas de que eso nunca termina bien.
Llegando a estas alturas, me doy cuenta de hasta qué punto he cambiado. Y me interesa no sólo ver hasta donde he traicionado a mi antiguo yo, sino más bien hasta qué punto importa eso, cuáles de mis valores he revisado y cambiado conscientemente, y en cuales simplemente me he cagado.
¿Qué relación tiene esto con la rutina, y con creer cambiar el mundo?
No, no soy un adormilado zombies en el Metro. No intento esconder mis heridas ni comprar la felicidad con tarjetas de crédito. Me preocupo de reconocer y sanar mis heridas, y de recordarme constantemente que todos los juguetes que tengo no son un fin en si mismo, sino que un medio. Saber que en cualquier momento uno puede perderlo todo, y lo único que queda es lo que tienes en tu alma. Y eso debe de ser suficiente para sobrevivir.
Y aún así me he cagado en algunos valores. Pero de eso hablaré en otra ocasión...
Si, el hecho de que una parte de mi cerebro tenga un lugar como ese explica por qué no necesito drogas.
Y no, ese no es el lugar más terrorífico poblado por filamentos de mi imaginación. En realidad ese cementerio es lo que ha crecido alrededor de una puerta que lleva directamente al infierno, donde conviven todos los cuentos y relatos en los que pienso al menos una vez al día, pero sobre los que nunca he terminado una maldita historia.
Quedaría muy bien decir que una fría, helada y lluviosa noche como esta fui visitado por el fantasma de una de esas entradas y me obligó a escribir esto. Pero la realidad no es tan melodramática; de hecho es tan aburrida que dejó de llover hace unas tres horas, ahora simplemente hace un frío de mierda.
Lo que me vino a la mente en realidad fue una cita a medio recordar sobre que el mal es cuando uno no hace nada. 5 segundos después Google me dice que la cita completa es ""All that is necessary for the triumph of evil is that good men do nothing." ("Todo lo que se necesita para el triunfo del mal es que los hombres buenos no hagan nada") y es de un tal Edmund Burke. Aunque al parecer ya no están tan seguros de ello. Eso viene a demostrar que la realidad fue mucho más melodramática que mi mala memoria intentando recordar la cita, lo cual es una notable patada metafórica a las gónadas de mi orgullo propio.
Eso y que parte de mi cabeza insistía en confundir esa cita con la de Dumbledore en Harry Potter y la Orden del Fénix, "Ha llegado el momento de elegir entre el bien, y lo que es fácil". Pero no me voy a verificar si la cita es tal como la recuerdo o si le acerté al libro porque sino, jamás terminaré esto.
A lo que voy con todo esto, es que hace unos días iba a escribir acerca de otro aspecto de hacerse viejo (nunca me canso de esto, quizás es una forma de convencerme porque en mi fuero interior no veo que crezca nunca) en relación a que después de todo el camino en el que uno encuentra la forma de ganarse la vida, de tener cierta tranquilidad espiritual y emocional, cuando uno a logrado todo eso al menos momentáneamente, la vida se transforma en algo tranquilo. Quizás hasta monótono, pero no en el mal sentido; es una agradable regularidad, una rutina confortante, no mortificante.
¿Por qué es tan importante hacer la diferencia? Porque cuando era un joven idealista y adolescente solía jurarme a mi mismo que jamás sería una de esas personas atrapadas por la rutina, grises y sin vida. Y ahora que me veo con dividendos y tarjetas de crédito, haciendo compras mensuales al supermercado y con el pelo cada vez más lleno de canas, parte de mi quiere asegurarse de que al menos esa promesa hecha a mi mismo no haya sido rota, como varias otras.
Hablando de ello; muchas de esas promesas han sido rotas con pleno conocimiento de su existencia, y bajo el convencimiento de que en realidad de pendejo era un completo idiota al pensar de cierta forma, que ahora tengo más claridad de juicio y sabiduría, y plenamente consciente de que mi antiguo yo odiaría a mi actual yo.
Pero volviendo a la rutina y la vida gris...
... si bien es cierto que pienso cosas de este tipo todo el tiempo, la idea tomó más cuerpo cuando estaba escuchando una canción de los Fiskales. No se me escapa la ironía de escuchar el disco de una banda punk que en ese momento tenía grabado en un cassette, 10 años después la estaba escuchando en un teléfono celular. Ojo, hablo de ironía, no de culpabilidad.
La letra en cuestión dice "es la necesidad, de calmar la ansiedad, tomando algo que se lleve lejos de mi mente, las miradas, amargadas, de esos adormilados zombies en el Metro. Ocultando tras sus coloridas ropas sus heridas y llenando los cuartos vacíos de sus vidas, con tarjetas que te dan cariño un rato y que te dejan seco y sin saliva (...) yo sólo quiero verme tranquilo a fin de mes riéndome con mis amigos de las cosas que nunca vamos a tener".
En la época en la que escuchaba estas canciones por primera vez (porque las he seguido escuchando todos estos años) mi cabeza tenía bastantes ideas grandilocuentes respecto a revoluciones y cambiar el mundo, cosas enormes en un sentido épico. Ahora tengo más bien la convicción de que una forma de anular a la gente es meterle todas esas ideas en la cabeza, esa convicción de que lo único que vale la pena hacer es algo más grande que uno mismo, algo que cambie todo el mundo.
Sigo creyendo que el mundo no está bien. Pero también creo que la vida no es justa, y pretender que lo sea es negar su esencia. Es intentar aferrarse a una noción infantil que sólo existe cuando se es niño, y el carácter divino de los padres puede poner equidad en la vida y balancear las cosas, pero que desaparece una vez que uno crece y se enfrenta al mundo real. Y que el seguir empeñado en esperar que la vida debe ser justa, no sirve absolutamente de nada. Ahora creo que para cambiar las cosas, no se puede derribar el orden establecido; después de todo por algo se sostiene el sistema. Es imperfecto, es injusto, pero al alternativa siempre es peor. Y para realmente hacer un cambio, se debe cambiar desde adentro, no agarrando una utopía que luce tan bien en la teoría e intentar forzarla en el mundo real. Un repaso ligero a la historia da pruebas de que eso nunca termina bien.
Llegando a estas alturas, me doy cuenta de hasta qué punto he cambiado. Y me interesa no sólo ver hasta donde he traicionado a mi antiguo yo, sino más bien hasta qué punto importa eso, cuáles de mis valores he revisado y cambiado conscientemente, y en cuales simplemente me he cagado.
¿Qué relación tiene esto con la rutina, y con creer cambiar el mundo?
No, no soy un adormilado zombies en el Metro. No intento esconder mis heridas ni comprar la felicidad con tarjetas de crédito. Me preocupo de reconocer y sanar mis heridas, y de recordarme constantemente que todos los juguetes que tengo no son un fin en si mismo, sino que un medio. Saber que en cualquier momento uno puede perderlo todo, y lo único que queda es lo que tienes en tu alma. Y eso debe de ser suficiente para sobrevivir.
Y aún así me he cagado en algunos valores. Pero de eso hablaré en otra ocasión...
P.D.: La canción en cuestión:
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