Hospital Día 4 (07/02/06) Parte 2
Aquella noche empecé con los mismos síntomas que la noche anterior. Y como aun estaba asustado de lo que me pasó (es más, 20 días después aún lo estoy) empiezo a hacer show hasta que llega un doctor. Y tengo la suerte que llega otro doctor, uno de los que me vio después de la crisis. O sea, sabía lo que me podía pasar. Deciden rápidamente ponerme a chapotear en morfina8genial, iba a ser Jim Morrison) pero había un pequeño problema: no les quedaba. Es más, lo mas fuerte que tenían, era un paracetamol.
A esas alturas, estaba chato. Por mucho que me hubiese encariñado con las enfermeras, los camilleros, y hasta con la cama, estaba hasta las pelotas que nadie me pescara cuando decía que me dolía la pierna, y que se les acabara la única hueá que me calmaba el dolor.
Y entonces, tuve el cuevazo del año.
Apareció el doctor que de hecho, había estado de turno el fin de semana. De hecho, era el que había presenciado mis dos ataques de tos. Hasta había echado la talla con él.
Es más, es una de las personas que realmente, me salvo. El Dr. Ulloa.
Siendo honestos (con sus propias palabras) tanto él, como el gordito que lo acompañaba (que resultaba ser el jefe de Ulloa) habían ido a darse una vuelta por la sala donde estaba para mirar el poto a un par de enfermeras por ahí. Pero como me vieron tan cagao, y el doctor que me atendía tan complicado, se acercaron. Así que ahí estaba yo, cagao en dolor, y los tres doctores haciendo hipótesis sobre qué me estaba pasando. Entonces caen en la cuenta que la doctora de la noche anterior me había revisado la pierna, había dejado unas notas. Y que la interna también dejo constancia. Y en esas, el Dr. Ulloa va y dice “¿Y si este hueón tuvo una trombosis en la pierna y la hueá se le fue al pulmón?” y el otro le dice “capaz poh, hueón” “¿tenemos cama libre en la UTI? “Si poh” “Ya este hueón se va cagando pa´ allá”
Y resulto que eso era lo que tenía. Y el dialogo, en realidad se ajusta bastante a la realidad. Lo único que falto fue que cuando entró una enfermera potoncita, el gordito la queda mirando (la mina estaba justo de espaldas y medio agachada) y me dice “¿Seguro que te querí ir de acá?” Si -le digo- . “Ok, a este hueón de verdad le duele la hueá, nos lo llevamos”:
El cambio fue positivo. Estar en la UTI (Unidad de Tratamiento Intermedio) era como estar en otro hospital. Paredes cubiertas de baldosas, neones con antireflejo, camas con control remoto para configurar la posición, a uno lo conectan a esas maquinas como la de las películas, con gráficos para los latidos del corazón, capacidad y presión pulmonar, saturación y todo eso. Y todo es más silencioso. Fome, pero silencioso.
Aquella noche empecé con los mismos síntomas que la noche anterior. Y como aun estaba asustado de lo que me pasó (es más, 20 días después aún lo estoy) empiezo a hacer show hasta que llega un doctor. Y tengo la suerte que llega otro doctor, uno de los que me vio después de la crisis. O sea, sabía lo que me podía pasar. Deciden rápidamente ponerme a chapotear en morfina8genial, iba a ser Jim Morrison) pero había un pequeño problema: no les quedaba. Es más, lo mas fuerte que tenían, era un paracetamol.
A esas alturas, estaba chato. Por mucho que me hubiese encariñado con las enfermeras, los camilleros, y hasta con la cama, estaba hasta las pelotas que nadie me pescara cuando decía que me dolía la pierna, y que se les acabara la única hueá que me calmaba el dolor.
Y entonces, tuve el cuevazo del año.
Apareció el doctor que de hecho, había estado de turno el fin de semana. De hecho, era el que había presenciado mis dos ataques de tos. Hasta había echado la talla con él.
Es más, es una de las personas que realmente, me salvo. El Dr. Ulloa.
Siendo honestos (con sus propias palabras) tanto él, como el gordito que lo acompañaba (que resultaba ser el jefe de Ulloa) habían ido a darse una vuelta por la sala donde estaba para mirar el poto a un par de enfermeras por ahí. Pero como me vieron tan cagao, y el doctor que me atendía tan complicado, se acercaron. Así que ahí estaba yo, cagao en dolor, y los tres doctores haciendo hipótesis sobre qué me estaba pasando. Entonces caen en la cuenta que la doctora de la noche anterior me había revisado la pierna, había dejado unas notas. Y que la interna también dejo constancia. Y en esas, el Dr. Ulloa va y dice “¿Y si este hueón tuvo una trombosis en la pierna y la hueá se le fue al pulmón?” y el otro le dice “capaz poh, hueón” “¿tenemos cama libre en la UTI? “Si poh” “Ya este hueón se va cagando pa´ allá”
Y resulto que eso era lo que tenía. Y el dialogo, en realidad se ajusta bastante a la realidad. Lo único que falto fue que cuando entró una enfermera potoncita, el gordito la queda mirando (la mina estaba justo de espaldas y medio agachada) y me dice “¿Seguro que te querí ir de acá?” Si -le digo- . “Ok, a este hueón de verdad le duele la hueá, nos lo llevamos”:
El cambio fue positivo. Estar en la UTI (Unidad de Tratamiento Intermedio) era como estar en otro hospital. Paredes cubiertas de baldosas, neones con antireflejo, camas con control remoto para configurar la posición, a uno lo conectan a esas maquinas como la de las películas, con gráficos para los latidos del corazón, capacidad y presión pulmonar, saturación y todo eso. Y todo es más silencioso. Fome, pero silencioso.
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