Hospital Día 6 (09/02/06)
Empiezo a aburrirme. Mortalmente. Me doy cuenta de algo: cuando estaba en la otra sola (los 4 días que pase ahí) todos los días me daba la impresión de estar en una pieza distinta. Incluso me daba la impresión de que mi cama estaba en distintas posiciones (ahora cuando lo recuerdo, tengo la misma impresión). Quizás era todo el movimiento de biombos, varias veces al día, o quizás me inyectaban morfina o algo así y no me daba cuenta.
Aquí no pasa lo mismo. Todo es aburridísimo y ya me duele el culo de estar tanto tiempo acostado. El doctor Ulloa me dice que eso de que quiera ir a casa es una buena señal, que me estoy mejorando. En mi opinión, el hecho de que todo el cuerpo me duele menos es una señal de que me estoy mejorando.
lunes, marzo 13, 2006
Hospital Día 5 (08/02/06)
Mi vida en la UTI. Despierto rodeado de 6 doctores, entre ellos los dos que me sacaron del SPA y la Dra. Marisol, quien fue la primera que cachó algo en mi pierna. Todo están de acuerdo con la nueva teoría de lo que me pasa y por lo tanto, paso toda la mañana haciéndome exámenes (afortunadamente indoloros) pero de algo sirve. Ellos tenían la razón y ya saben lo que tengo: Trombosis subvenla con infarto pulmonar. No se uds. Pero yo, so escucho que alguien le dio eso, pienso “chucha este hueón está muerto”.
Y de hecho, así de cerca estuve de morir, pero como que no me doy cuenta, porque me siento bien. Esto nos lleva a un hecho sorprendente, te puedes sentir bien, como si no pasara nada, aún cuando solo el 25% de tus pulmones este funcionando.
El resto del día es lo de más fome. Aquí hay menos enfermeras pero muchos más médicos. De hecho, los doctores que están a mi cargo me van a ver cada una hora. Las enfermeras se limitan a llenarme de pinchazos (hasta 12 en un día). Me dicen que una semana más estaré en casa, creo que sobreviviré.
Mi vida en la UTI. Despierto rodeado de 6 doctores, entre ellos los dos que me sacaron del SPA y la Dra. Marisol, quien fue la primera que cachó algo en mi pierna. Todo están de acuerdo con la nueva teoría de lo que me pasa y por lo tanto, paso toda la mañana haciéndome exámenes (afortunadamente indoloros) pero de algo sirve. Ellos tenían la razón y ya saben lo que tengo: Trombosis subvenla con infarto pulmonar. No se uds. Pero yo, so escucho que alguien le dio eso, pienso “chucha este hueón está muerto”.
Y de hecho, así de cerca estuve de morir, pero como que no me doy cuenta, porque me siento bien. Esto nos lleva a un hecho sorprendente, te puedes sentir bien, como si no pasara nada, aún cuando solo el 25% de tus pulmones este funcionando.
El resto del día es lo de más fome. Aquí hay menos enfermeras pero muchos más médicos. De hecho, los doctores que están a mi cargo me van a ver cada una hora. Las enfermeras se limitan a llenarme de pinchazos (hasta 12 en un día). Me dicen que una semana más estaré en casa, creo que sobreviviré.
Hospital Día 4 (07/02/06) Parte 2
Aquella noche empecé con los mismos síntomas que la noche anterior. Y como aun estaba asustado de lo que me pasó (es más, 20 días después aún lo estoy) empiezo a hacer show hasta que llega un doctor. Y tengo la suerte que llega otro doctor, uno de los que me vio después de la crisis. O sea, sabía lo que me podía pasar. Deciden rápidamente ponerme a chapotear en morfina8genial, iba a ser Jim Morrison) pero había un pequeño problema: no les quedaba. Es más, lo mas fuerte que tenían, era un paracetamol.
A esas alturas, estaba chato. Por mucho que me hubiese encariñado con las enfermeras, los camilleros, y hasta con la cama, estaba hasta las pelotas que nadie me pescara cuando decía que me dolía la pierna, y que se les acabara la única hueá que me calmaba el dolor.
Y entonces, tuve el cuevazo del año.
Apareció el doctor que de hecho, había estado de turno el fin de semana. De hecho, era el que había presenciado mis dos ataques de tos. Hasta había echado la talla con él.
Es más, es una de las personas que realmente, me salvo. El Dr. Ulloa.
Siendo honestos (con sus propias palabras) tanto él, como el gordito que lo acompañaba (que resultaba ser el jefe de Ulloa) habían ido a darse una vuelta por la sala donde estaba para mirar el poto a un par de enfermeras por ahí. Pero como me vieron tan cagao, y el doctor que me atendía tan complicado, se acercaron. Así que ahí estaba yo, cagao en dolor, y los tres doctores haciendo hipótesis sobre qué me estaba pasando. Entonces caen en la cuenta que la doctora de la noche anterior me había revisado la pierna, había dejado unas notas. Y que la interna también dejo constancia. Y en esas, el Dr. Ulloa va y dice “¿Y si este hueón tuvo una trombosis en la pierna y la hueá se le fue al pulmón?” y el otro le dice “capaz poh, hueón” “¿tenemos cama libre en la UTI? “Si poh” “Ya este hueón se va cagando pa´ allá”
Y resulto que eso era lo que tenía. Y el dialogo, en realidad se ajusta bastante a la realidad. Lo único que falto fue que cuando entró una enfermera potoncita, el gordito la queda mirando (la mina estaba justo de espaldas y medio agachada) y me dice “¿Seguro que te querí ir de acá?” Si -le digo- . “Ok, a este hueón de verdad le duele la hueá, nos lo llevamos”:
El cambio fue positivo. Estar en la UTI (Unidad de Tratamiento Intermedio) era como estar en otro hospital. Paredes cubiertas de baldosas, neones con antireflejo, camas con control remoto para configurar la posición, a uno lo conectan a esas maquinas como la de las películas, con gráficos para los latidos del corazón, capacidad y presión pulmonar, saturación y todo eso. Y todo es más silencioso. Fome, pero silencioso.
Aquella noche empecé con los mismos síntomas que la noche anterior. Y como aun estaba asustado de lo que me pasó (es más, 20 días después aún lo estoy) empiezo a hacer show hasta que llega un doctor. Y tengo la suerte que llega otro doctor, uno de los que me vio después de la crisis. O sea, sabía lo que me podía pasar. Deciden rápidamente ponerme a chapotear en morfina8genial, iba a ser Jim Morrison) pero había un pequeño problema: no les quedaba. Es más, lo mas fuerte que tenían, era un paracetamol.
A esas alturas, estaba chato. Por mucho que me hubiese encariñado con las enfermeras, los camilleros, y hasta con la cama, estaba hasta las pelotas que nadie me pescara cuando decía que me dolía la pierna, y que se les acabara la única hueá que me calmaba el dolor.
Y entonces, tuve el cuevazo del año.
Apareció el doctor que de hecho, había estado de turno el fin de semana. De hecho, era el que había presenciado mis dos ataques de tos. Hasta había echado la talla con él.
Es más, es una de las personas que realmente, me salvo. El Dr. Ulloa.
Siendo honestos (con sus propias palabras) tanto él, como el gordito que lo acompañaba (que resultaba ser el jefe de Ulloa) habían ido a darse una vuelta por la sala donde estaba para mirar el poto a un par de enfermeras por ahí. Pero como me vieron tan cagao, y el doctor que me atendía tan complicado, se acercaron. Así que ahí estaba yo, cagao en dolor, y los tres doctores haciendo hipótesis sobre qué me estaba pasando. Entonces caen en la cuenta que la doctora de la noche anterior me había revisado la pierna, había dejado unas notas. Y que la interna también dejo constancia. Y en esas, el Dr. Ulloa va y dice “¿Y si este hueón tuvo una trombosis en la pierna y la hueá se le fue al pulmón?” y el otro le dice “capaz poh, hueón” “¿tenemos cama libre en la UTI? “Si poh” “Ya este hueón se va cagando pa´ allá”
Y resulto que eso era lo que tenía. Y el dialogo, en realidad se ajusta bastante a la realidad. Lo único que falto fue que cuando entró una enfermera potoncita, el gordito la queda mirando (la mina estaba justo de espaldas y medio agachada) y me dice “¿Seguro que te querí ir de acá?” Si -le digo- . “Ok, a este hueón de verdad le duele la hueá, nos lo llevamos”:
El cambio fue positivo. Estar en la UTI (Unidad de Tratamiento Intermedio) era como estar en otro hospital. Paredes cubiertas de baldosas, neones con antireflejo, camas con control remoto para configurar la posición, a uno lo conectan a esas maquinas como la de las películas, con gráficos para los latidos del corazón, capacidad y presión pulmonar, saturación y todo eso. Y todo es más silencioso. Fome, pero silencioso.
domingo, marzo 05, 2006
Hospital Día 4 (07/02/06) Parte 1
Crisis. En mala.
He experimentado en mi vida, en mayor y menor medida, lo que es el aislamiento. Y lo que es, en términos generales, sentirse solo. Pero nunca me afectó tanto como la noche anterior, y este mañana. Estar tan solo, no tener como comunicarte con nadie a quien quieres, no poder encontrar consuelo en otro, ni abrazo, ni cariño, ni nada.
Y además, el dolor. Tan intenso que no podía parar de llorar. El dolor de la pierna, tan intenso y del cual nadie se había preocupado ni tratado, una sensación de tener lava en vez de sangre en las piernas, ardiente e inmóvil. El dolor en la base de la espalda, por todos esos días sin poder levantarme de la cama y caminar; dolor en los huesos por la falta de movimiento. Un dolor muy agudo en la mitad derecha de la espalda (que ahora sé que se trataba del huésped maldito, el coágulo asesino) y finalmente un dolor en el pecho, como descarga eléctrica, al toser muy fuerte (o sea cada 2 minutos)
Ahora imagina todos esos dolores al mismo tiempo, tanto los físicos como los emocionales, con tanta intensidad que me sacaron del sueño, y grito, y no quiero llorar pero no hay forma de parar.
Miedo.
Por no saber lo que me esta pasando, no saber si acaso me estoy muriendo. El dolor y la tristeza me desorientan, termino que usan por aquí para decir que un paciente pierde lucidez. Pero si mantenía la conciencia. Veía todo y a todas, pero no sabía donde estaba, ni porqué. Y lo que mas me asustó, olvide como hablar. O más bien, era como cuando uno tiene la palabra en la punta de la lengua, pero en mi caso, eran todas las palabras.
Entonces me doy cuenta que no controlo mi cuerpo.
Empiezo a temblar, sigo tosiendo y eso me hace gritar de dolor, no puedo dejar de llorar y me ahogo así que vuelvo a toser.
Siento que me desnudan y me lavan y al hacerlo se dan cuenta que algo va mal. Una enfermera sale corriendo a llamar al doctor y yo pierdo la conciencia. Despierto, al parecer una hora mas tarde, pero sigo en el mismo estado mental. Siento que me meo encima y a todo el caos de emociones se le suma la humillación de no controlar mis esfínteres, la vergüenza de que me suceda algo que no me pasaba desde los 3 años, y vuelvo a perder la conciencia.
Una enfermera de las que ya conozco me despierta, y con preocupación dice que me orine, mientras me limpia. Le tomo la mano y le digo que tengo miedo, que no sé que me pasa, y creo que aún lloro. Ella me consuela y me limpia, mientras otra enfermera me da una pastilla y me duermo.
Al despertar volví a ser yo. Lo recordaba todo y ruego por no tener pesadillas sobre eso. El resto del día estuve triste, muy triste y avergonzado. Todos los doctores y enfermeras pasaron a verme e intentarme subirme el animo, y hasta cierto punto lo consiguieron.
Ese día aprendí dos cosas.
Primero, lo aburrido, lo mortificantemente aburrido que puede ser estar postrado en una cama sin poder dormir y sin fuerzas ni para leer.
Segundo, lo desvalido que se puede llegar a sentir uno cuando esta enfermo, y solo. No basta que te cuiden. Es necesario, además, que lo hagan con cariño. Y sobre todo, que te consuelen.
Crisis. En mala.
He experimentado en mi vida, en mayor y menor medida, lo que es el aislamiento. Y lo que es, en términos generales, sentirse solo. Pero nunca me afectó tanto como la noche anterior, y este mañana. Estar tan solo, no tener como comunicarte con nadie a quien quieres, no poder encontrar consuelo en otro, ni abrazo, ni cariño, ni nada.
Y además, el dolor. Tan intenso que no podía parar de llorar. El dolor de la pierna, tan intenso y del cual nadie se había preocupado ni tratado, una sensación de tener lava en vez de sangre en las piernas, ardiente e inmóvil. El dolor en la base de la espalda, por todos esos días sin poder levantarme de la cama y caminar; dolor en los huesos por la falta de movimiento. Un dolor muy agudo en la mitad derecha de la espalda (que ahora sé que se trataba del huésped maldito, el coágulo asesino) y finalmente un dolor en el pecho, como descarga eléctrica, al toser muy fuerte (o sea cada 2 minutos)
Ahora imagina todos esos dolores al mismo tiempo, tanto los físicos como los emocionales, con tanta intensidad que me sacaron del sueño, y grito, y no quiero llorar pero no hay forma de parar.
Miedo.
Por no saber lo que me esta pasando, no saber si acaso me estoy muriendo. El dolor y la tristeza me desorientan, termino que usan por aquí para decir que un paciente pierde lucidez. Pero si mantenía la conciencia. Veía todo y a todas, pero no sabía donde estaba, ni porqué. Y lo que mas me asustó, olvide como hablar. O más bien, era como cuando uno tiene la palabra en la punta de la lengua, pero en mi caso, eran todas las palabras.
Entonces me doy cuenta que no controlo mi cuerpo.
Empiezo a temblar, sigo tosiendo y eso me hace gritar de dolor, no puedo dejar de llorar y me ahogo así que vuelvo a toser.
Siento que me desnudan y me lavan y al hacerlo se dan cuenta que algo va mal. Una enfermera sale corriendo a llamar al doctor y yo pierdo la conciencia. Despierto, al parecer una hora mas tarde, pero sigo en el mismo estado mental. Siento que me meo encima y a todo el caos de emociones se le suma la humillación de no controlar mis esfínteres, la vergüenza de que me suceda algo que no me pasaba desde los 3 años, y vuelvo a perder la conciencia.
Una enfermera de las que ya conozco me despierta, y con preocupación dice que me orine, mientras me limpia. Le tomo la mano y le digo que tengo miedo, que no sé que me pasa, y creo que aún lloro. Ella me consuela y me limpia, mientras otra enfermera me da una pastilla y me duermo.
Al despertar volví a ser yo. Lo recordaba todo y ruego por no tener pesadillas sobre eso. El resto del día estuve triste, muy triste y avergonzado. Todos los doctores y enfermeras pasaron a verme e intentarme subirme el animo, y hasta cierto punto lo consiguieron.
Ese día aprendí dos cosas.
Primero, lo aburrido, lo mortificantemente aburrido que puede ser estar postrado en una cama sin poder dormir y sin fuerzas ni para leer.
Segundo, lo desvalido que se puede llegar a sentir uno cuando esta enfermo, y solo. No basta que te cuiden. Es necesario, además, que lo hagan con cariño. Y sobre todo, que te consuelen.
miércoles, marzo 01, 2006
Hospital Día 3 (06/02/06) Lunes
Soy, casi por definición, extremadamente curioso. Término el cual ha sido deformado en nuestro país tras ese oscuro periodo de dictadura, donde todo se ocultaba y el querer averiguar algo podía matarte, y se le dio una connotación negativa: sapeo. Ok, díganme sapo, pero estarían demostrando su ignorancia; el sapo es el que mira y después habla (de ahí la analogía, los sapos tienen la boca grande) y no hablo, solo miro. Curiosidad. Observo, pregunto, aprendo.
Como estoy confinado a una cama, sin nada que leer (por lo menos así fue entonces) no podía hacer más que mirar,
Observe a los ancianos enfermos. Usualmente, uno los disculpa, diciendo que como son niños de nuevo, por eso dicen y hacen tanta tontera. Después de una extensa observación empírica en campo, mas detallada al respecto, llegue a otra conclusión: Quien es idiota se transforma en un viejo idiota. Quien no lo es, simplemente se hace viejo. Un poco jodido, pero viejo.
Aparte de eso, pude comprobar que durante la semana, el hospital es un hervidero de médicos. Porque el fin de semana las enfermeras se encargan de todo, pero en la semana, me examinaron al menos 7 doctores distintos. Pero lo mas entretenido fue mi primero encuentro con un interno, la doctora Catalina Castro. No piensen mal. Es absolutamente imposible que exista algo lejanamente similar a la sensualidad. El tacto con una enfermera o doctora es como el de una madre o un padre. Porque después de todo, un doctor (o insisto, enfermera) con vocación que ama lo que hace, pone toda su energía en hacer bien las cosas y sanar al paciente. Por lo tanto, lo cuida como lo más importante, y su tacto es paternal. Y se nota. Por lo menos, yo lo noto.
El caso es que la doctora interna que llevaba recién una semana en el hospital y tenia cara de no ser capaz de comprar alcohol por si sola, llego echa un atado de nervios dignamente disimulado (esa semana de practica la había pasado con pacientes leves) seriedad forzada y una parada (bastante bien conseguida) de “no soy una pendeja soy una doctora y puedo salvar vidas” ¿Cómo podía alguien no sentir cariño a una niñita así? Me reviso cerca de una hora (lo normal son 15 minutos). Con toda la concentración y dedicación que puede reunir un ser humano. Quizás por eso la recuerdo con cariño, porque me hizo sentir importante. Que se preocupaban por mí. Ella fue la primera que anotó mis molestias en la pierna, algo que después probó ser importantísimo.
La vi durante el resto del día, equivocándose, no sabiendo respuestas de doctores con más experiencia, siendo felicitada en otras ocasiones, caminar casi dormida y todas esas cosas que salen en las series de médicos y que son verdad (ahora, que ya han pasado semanas desde el día que describo aquí, la he vuelto a ver, mucho mas profesional y segura de si misma. Pero por alguna razón se me imagina un tierno peluche con estetoscopio)
Soy, casi por definición, extremadamente curioso. Término el cual ha sido deformado en nuestro país tras ese oscuro periodo de dictadura, donde todo se ocultaba y el querer averiguar algo podía matarte, y se le dio una connotación negativa: sapeo. Ok, díganme sapo, pero estarían demostrando su ignorancia; el sapo es el que mira y después habla (de ahí la analogía, los sapos tienen la boca grande) y no hablo, solo miro. Curiosidad. Observo, pregunto, aprendo.
Como estoy confinado a una cama, sin nada que leer (por lo menos así fue entonces) no podía hacer más que mirar,
Observe a los ancianos enfermos. Usualmente, uno los disculpa, diciendo que como son niños de nuevo, por eso dicen y hacen tanta tontera. Después de una extensa observación empírica en campo, mas detallada al respecto, llegue a otra conclusión: Quien es idiota se transforma en un viejo idiota. Quien no lo es, simplemente se hace viejo. Un poco jodido, pero viejo.
Aparte de eso, pude comprobar que durante la semana, el hospital es un hervidero de médicos. Porque el fin de semana las enfermeras se encargan de todo, pero en la semana, me examinaron al menos 7 doctores distintos. Pero lo mas entretenido fue mi primero encuentro con un interno, la doctora Catalina Castro. No piensen mal. Es absolutamente imposible que exista algo lejanamente similar a la sensualidad. El tacto con una enfermera o doctora es como el de una madre o un padre. Porque después de todo, un doctor (o insisto, enfermera) con vocación que ama lo que hace, pone toda su energía en hacer bien las cosas y sanar al paciente. Por lo tanto, lo cuida como lo más importante, y su tacto es paternal. Y se nota. Por lo menos, yo lo noto.
El caso es que la doctora interna que llevaba recién una semana en el hospital y tenia cara de no ser capaz de comprar alcohol por si sola, llego echa un atado de nervios dignamente disimulado (esa semana de practica la había pasado con pacientes leves) seriedad forzada y una parada (bastante bien conseguida) de “no soy una pendeja soy una doctora y puedo salvar vidas” ¿Cómo podía alguien no sentir cariño a una niñita así? Me reviso cerca de una hora (lo normal son 15 minutos). Con toda la concentración y dedicación que puede reunir un ser humano. Quizás por eso la recuerdo con cariño, porque me hizo sentir importante. Que se preocupaban por mí. Ella fue la primera que anotó mis molestias en la pierna, algo que después probó ser importantísimo.
La vi durante el resto del día, equivocándose, no sabiendo respuestas de doctores con más experiencia, siendo felicitada en otras ocasiones, caminar casi dormida y todas esas cosas que salen en las series de médicos y que son verdad (ahora, que ya han pasado semanas desde el día que describo aquí, la he vuelto a ver, mucho mas profesional y segura de si misma. Pero por alguna razón se me imagina un tierno peluche con estetoscopio)
Suscribirse a:
Entradas (Atom)