Antes de empezar, advertencia: El cansancio de fin de año que me produce tener que trabajar y estudiar al mismo tiempo se ha intensificado últimamente. Por lo que este blog va a ser actualizado tan sólo una vez por semana, seguramente los viernes o los domingos.
La memoria es algo extraño. Se supone que todo lo que percibimos es almacenado en nuestra cabeza; desde las canciones que cantamos en Kinder hasta el último libro que leímos, palabra por palabra. Lo que sucede es que no siempre somos capaces de recordarlo todo. O sea, el cerebro humano carece de accesos directos, desfragmentación, y un Google personal. Y en la mayoría de los casos, sobre todo en el mío, tiene muy, muy poca RAM.
Muchas veces recordamos involuntariamente. Eso pasa cuando nuestra mente, de forma inconciente, asocia algo que percibe con un recuerdo almacenado. O sea, se encuentra con una especie de acceso directo.
Por alguna extraña razón, el verano y la primavera me traen siempre muchos recuerdos. Debe de ser porque odio el frío. Hoy llegó el calor a Santiago, de forma sorpresiva y bastante agresiva por lo demás. Entonces, recuerdo mis primeros meses en este país. Los últimos meses de colegio. La época en la que conocí a mi amada novia. Y a veces, mi infancia en España. Recuerdos felices.
Pero no es solamente (o exactamente) el calor lo que me trae recuerdos. Son los olores.
Mi madre se ha pasado toda mi vida retándome porque huelo el plato antes de comer. Lo que sucede, es que para mí los olores son muy importantes. Y son lo que gatilla principalmente la mayoría de mis recuerdos. Al parecer, mis genes me dieron una generosa nariz por otra razón aparte de que sirva para confundirme con un koala.
El calor del día me molesta tanto como a cualquiera. Bueno, quizás un poco menos porque crecí acostumbrado a tener que bañarme varias veces al día durante los meses de verano. Lo que realmente me fascina, son las noches. Cuando uno camina por la ciudad, con los árboles llenos de hojas y en manga corta, sintiendo esa agradable brisa cálida. Todo huele distinto en verano. Los olores se amplifican, y puedes oler los árboles, el pasto, y lamentablemente, a la gente también. Pero qué se le va a hacer.