Este mismo blog es la prueba irrefutable de mi dificultad de terminar lo que empiezo; algo que me ha atormentado durante toda mi vida hasta el punto de, muchas veces, minar mi autoestima. Pero, honestamente, no es tan grave como suena una vez que lo he escrito.
Por lo general, esta incapacidad estaba, hasta ahora, en un ámbito privado, hasta que me dió por publicar. El mismo hecho de hacer algo así fue un esfuerzo personal, ver si acaso, ante la mirada de otros, por verguenza, me impulsaba a ser más constante y disciplinado. El experimento falló miserablemente pero hey, eso no quiere decir que no vaya a seguir intentándolo.
Muchas veces, durante la semana, tengo el impulso de escribir algo en el blog.
Por lo general es algo que sucede, especialmente, en dos instancias; o cuando me estoy bañando, o cuando estoy en tránsito arriba de la micro (bus, para mis queridos lectores no nacionales). No cuando voy al baño por lo otro; ahí es solamente lectura, y muy rara vez, narrativa. No blogs.
La mayor parte de estas ideas se quedan dando vueltas. Un par de lineas, o algún concepto sin desarrollar, que se pierde en algún momento en mi sobrepoblada mente. Cuando escribo notas sobre posibles historias o cuentos, eso no es problema. Sin embargo, un blog de dos o tres lineas sería un Twitter largo, más que una entrada de Blog corta. Ergo, sería bastante ridículo.
Ojo, voy a mezclar lo anterior con otra reflexión que tuve hoy al mismo tiempo; este proceso es algo muy común en mi cabeza. Está muy lejos de ser multitasking o multi proceso; yo lo ubicaría más entre lo primero y lo que popular pero incorrectamente, conocemos como esquizofrenia. Pero en fin, estoy divagando de nuevo. Se le avisa a cualquier persona que no esté acostumbrada a estar dentro de mi cabeza, que se agarre a algo porque el giro es complicado.
Me estoy haciendo viejo, aunque no estoy envejeciendo, pero cada vez tengo más años.
No acepto quejas, ya advertí respecto al movimiento.
La mayor parte del tiempo, no me siento perteneciente al resto del mundo. Esto no tiene nada que ver con sentirme más o menos, mejor o peor al resto, ni tiene ninguna connotación de heroísmo solitario ni dramatismo emo. Simplemente, no siento pertenencia, ni identificación. Ni siquiera con otros ñoños. Y mira que conozco ñoños...
Ok, segundo giro en todo esto, dentro de la idea anterior, pero más adentro.
Me sigo sintiendo un adolescente, en ocasiones un niño, lo que es divertido porque cuando era un niño, y luego un adolescente, me sentía viejo. Aunque en realidad creo que nunca me he sentido mayor o menor de lo que me siento ahora, como si mi edad interna fuese una constante y la única diferenciación son los grados de consciencia que tengo al respecto.
Encontrarán bolsas de papel bajo sus asientos en caso de mareo... espero.
No se preocupen, ahora es cuando, desde lo último, empiezo a ascender hasta la primera idea. Ir más abajo, no es una opción.
Entre mi desapego al mundo, junto con mi viejismo interior, se produce un efecto de enajenación en la cual observo el mundo como un espectador. No me siento relacionado con la gente a mi alrededor, o de mi edad, en muchos aspectos; veo sus preocupaciones, sus motivaciones, la forma en que interpretan y entienden el mundo, y no puedo compartir nada de eso. Más allá de que no haya crecido en este país y que por lo tanto no comparto los mismos cimientos.
Veo a veces a mis compañeros de trabajo hablando sobre hijos, deudas, colegios, seguros, y a mis adentros me siento más preocupado de encontrar una guitarra para la Xbox, o de cómo coreografiar alguna escena en el GTA. No es que no me interese lo que hablen ellos, o no entienda lo importante que es para ellos. Pero esas cosas, simplemente, no pasan por mi cabeza.
Cuando camino por la calle, veo miles y miles de avisos publicitarios que no causan ningún efecto en mí; no me impulsan a comprar nada y en la mayoría de los casos, ni siquiera recuerdo el producto al que iban asociados.
Y así, va un largo etc.
Hace unos diez o quince años atrás, pensaba que cuando me hiciese viejo, esas cosas cambiarían. Que pese a que luchara contra ello, algún día me transformaría en una de esas personas que veía a mi alrededor y compartiría sus preocupaciones, sus metas, y probablemente su forma de ver el mundo. Afortunadamente, me equivoqué.
Durante todo este tiempo (hasta hoy en la mañana, mientras iba bajando por Salvador hacia Providencia, enfrascado en el infernal taco entre Santa Isabel y Bilbao) siempre asocié ese proceso de asimilación a hacerse viejo. Ahora que me estoy haciendo viejo (si, sigo pensando que uno se hace viejo pasado los 25, la idea no se me fue de la cabeza cuando llegué a esa edad) me doy cuenta de que no me "estoy haciendo viejo" tal como pensé. Sigo igual, con más años, afortunadamente mejor en muchas cosas (respecto a mi mismo) pero sigo sin pertenecer al resto del mundo. Lo que tampoco me quita el sueño.
Ante lo cual, me doy cuenta de dos cosas.
Primero, que debo encontrar otro término para "hacerse viejo" que no incluya asimilarse a la masa. Probablemente, el orgien de este término viene de mi padre, y toda esa gente que al igual que él, me dijo (evidentemente hasta el punto de convencerme) que cuando creciera dejaría de pensar y preocuparme "en todas esas tonteras", léase todo aquello que me hace friki, ñoño, geek, nerd, o como me quieran llamar.
Segundo, y porque no todo es bonito, parte del hacerme viejo consiste, definitivamente, en otros dos aspectos que si desarrollé, y que relacionaba desde niño con ello, que sería por un lado estar siempre muerto de sueño, y por otro, no tener tiempo para hacer las cosas que me gustan. Aunque claro, lo segundo es cuestionable porque me gustan demasiadas cosas, pero también es cierto que aunque tuviese mucho tiempo (como lo tuve hace años atrás, cuando salí del hospital) tampoco lo aprovecharía para hacer todo lo que quiero.
Así que tengo que elegir qué cosas hacer. Anteayer elegí corregir algunas escenas de mi proyecto de cortometraje de acción en GTA, ayer elegí hacer un capítulo en Resident Evil 5, hoy elijo ver el final de la quinta temporada de Lost, y quizás el fin de semana elija escribir algo, porque eso sería lo que tengo más desplazado últimamente. No, perdón, lo segundo más desplazado, lo primero es leer comics (me quedé en el fin de Civil War) y lo tercero es ver películas.
Hasta entonces, Félix y esa siniestra sombra me siguen mirando feo, desde el fondo de mi cabeza. No son los únicos, una muchacha llamada Sofía me mira bastante mal desde la mesa de la cocina de la Casa de Dios, y una niña del mismo nombre, junto con su hermano Juan, me miran aún peor, desde la periferia de un Santiago futurista que es la cuna de la revolución de los robots, aunque estos no maten a nadie ni tengan ojos rojos, digan "Volveré", y por alguna extraña razón tengan dientes. Del grupo, el que más huevea es un viejo muy, muy oscuro, llamado Horacio, con un sombrero de esos antiguos de ala ancha y abrigo oscuro, cuya vida después de la muerte resultó ser mucho más larga y malévola de la que tuvo en vida.
Pero en fin, ya llegarán sus momentos.
3 comentarios:
¡Wof!
No mareaste pero ayudaste a recordar que el friki es el ser más solo porque ni siquiera entre los que son clasificados como "de su especie" es uno de ellos.
La pertenencia muchas veces es más conveniencia.
¡Wooouuu!!!!!!
Por lo menos sabes que hay cosas agradables y de cuando en cuando las tomas.
Saludos.
¿Cuando dices sentirte alejado del mundo que te rodea dices también no encontrar tu sitio en él? ¿Es no contentarte con nada, ni con los cambios que vas forzando? No me gusta mi alrededor, vivo dentro de la sociedad pero no me gusta nada. No quiero que mi hijo crezca aquí pero no sé dónde puede vivir "bien". ¿Existe ese lugar que buscamos con impaciencia?
Yep, creo firmemente que ese lugar existe, dentro de nuestra cabeza :D
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