Me siento completamente desligado de la navidad. Por eso ni escribí algo al respecto, ni mandé felicitaciones, ni nada parecido. Sin embargo pensé bastante sobre ello.
Para mi navidad dejó de ser navidad cuando me dejaron de regalar juguetes. Tenía unos 10 u 11 años más o menos, y hasta el día de hoy me parece algo terrible.
Después me fui convirtiendo cada vez más en un ser anti cristiano, y la historia, la antropología y otros textos se encargaron de que supiera que el 25 no era la fecha del nacimiento de Cristo, entre otras cosas. Dejé de creer en Santa Claus, Papá Noel o el Viejito Pascuero cuando me pareció sospechoso que el tipo lograse recorrer en una sola noche todas las casas del mundo, pese a la diferencia horaria.Para mi navidad dejó de ser navidad cuando me dejaron de regalar juguetes. Tenía unos 10 u 11 años más o menos, y hasta el día de hoy me parece algo terrible.
Y finalmente, lo que me terminó de desligar de la navidad, fue el calor. Pese a que pasé los primeros seis años de mi vida en Chile, crecí en España. Y la Navidad, al parecer, no es un acontecimiento sagrado cuya importancia nos precede en la memoria genética, ni se graba particularmente fuerte en la consciencia de un niño, porque durante toda la vida hasta hoy la asocié con el frío. Y ahora que volví a Chile y hace calor, no me concuerda el asunto. Una rápida encuesta (o sea preguntarle a mi jefe, salvadoreño de nacimiento, new yorker de crianza) me llevó a la misma conclusión.
Ahora, el año nuevo es algo distinto.
Es algo que hay en el aire.
No soy particularmente fiestero. No espero con ansias esta fecha para salir a fiestas multitudinarias, llenas de baile, extraños borrachos y musica horrible. Y no necesito precisamente una excusa para agarrar una botella de ron.
No, lo del año nuevo es algo que, posiblemente, en mi mente racional y pragmática, roce lo místico.
La gente, por alguna razón, parece levantarse más temprano. Me desperté a las ocho de la mañana hoy, y ya había más ruido que cualquier otro día de la semana a la misma hora. El aire se siente distinto. Como si fuera aire viejo, listo para ser desechado, y cambiado por algo nuevo.
Porque no se trata solamente de una necesidad mental, de un constructo psicológico, poder decir "esto llega hasta aquí, y de acá en adelante empieza algo nuevo". Algo así como un reset cultural, donde los medios nos inundan de balances, estadísticas y recuerdos del año que pasa, y todo el mundo hace un escándalo mayúsculo porque cambiamos de calendario.
Llegados a este punto, que fue lo que estaba pensando en la mañana mientras me duchaba, me pregunté si acaso la sociedad funcionaría de otra forma si volviese a celebrar los solsticios, si tuviésemos el año dividido en cuatro etapas. Lamentablemente, tenía demasiado sueño como para continuar imaginando.
Cuando salí a la calle vi a la gente corriendo de un lado para otro, lo que es algo muy parecido a la navidad. Pero para el año nuevo no me molesta que no haga frío, por el contrario, me parece genial. Camino al trabajo vi media docena de afiches sobre fiestas de fin de año. La presión social, la obligación de tener que pasar esta noche de una forma determinada, porque de no ser así, no te estás divirtiendo.
No, eso no tiene nada que ver con lo que me hace sentir el año nuevo.
No sabría explicarlo bien, pero tiene que ver con el final de un ciclo; el planeta da una vuelta completa. Millones de personas (menos los orientales, claro) se mentalizan de que es el fin de algo, el principio de otra cosa, y eso debe de tener una inercia considerable.
También tiene que ver con el sentimiento de que llegué a otro año. Pese a mis frecuentes deseos de no continuar el camino, pese a los achaques y las derrotas. Me hace esbozar una sonrisa y pensar "otro año pasa sin que me hayan logrado derribar, motherfuckers".
Y aún así fallo en ser capaz de explicar de donde viene esa sensación de misticismo. Algunos me dirán que es porque no tengo la suficiente conexión con mi interior como para entenderla.
Probablemente tengan razón.
Quizás lo consiga el próximo año.
Happy New Year.
2 comentarios:
También tiene que ver con el sentimiento de que llegué a otro año. Pese a mis frecuentes deseos de no continuar el camino, pese a los achaques y las derrotas. Me hace esbozar una sonrisa y pensar "otro año pasa sin que me hayan logrado derribar, motherfuckers".
otro año mel ¿te parece poco motivo para celebrar?
la vida se compone de etapas, de navidades en verano, de amigos, de internet, de ti, de los que andamos por otro lado, de guerras, religiones, hambre, chinos...
la vida se compone y se descompone rapidamente, con o sin sueños, con o sin anhelos, los días pasan, las etapas se suceden y nadie supera ni las mismas ni al mismo tiempo.
la navidad existe en el corazón.
no, a mi tampoco me dicen gran cosa.
yo cierro mi año el 25 de octubre, que es el día en que nací, yo si entiendo a que te refieres, solo que no lo hagamos a la vez.
un enorme beso desde el frío. ;)
Lo peor es estar deseando que llegue la Navidad y que termine el año y, cuando estás en esos días, sentir que nada es especial, esperar que pasen lo antes posible las fiestas y empezar el año con tanta tristeza y cansancio que desees acabar ya la etapa que no has ni empezado.
Que sensación fea! Y además hace frío y no anda la calefacción.
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