Ok, advertencia para el lector, cosa que no le pille desprevenido:
El siguiente post contiene varias curvas, algunos callejones sin salida (posiblemente algo siniestros), un par de calles cortadas y varios lugares no gobernados por la lógica o el sentido común. O sea, voy a decir lo que se me ha pasado por la cabeza la última semana. E intentar explicar cómo funciona mi mente siempre ha sido un poco complicado para personas no familiarizadas con la lógica no euclidiana.
La última semana fue una olla a presión. Hacía tiempo que no estaba tan tenso. Por un lado uno de mis mejores amigos se fue a gringolandia, a estudiar por cinco o siete años. Yo no me crié aquí, lo hice en una pequeña y hermosa isla en las costas del Mediterráneo y llegué a este aún más hermoso país hace unos 13 años. Por lo tanto no tengo amigos de la infancia, no he vuelto a ver a nadie con quien haya estado los primeros 8 años de escolaridad, ni nada parecido. Por lo que mis amigos del colegio son lo más cercano que tengo a los amigos de toda la vida. Uno de ellos es mi hermano, los otros son mis mejores amigos. Uno de ellos ya se fue a Alemania, y el otro ahora a USA. O sea espanto a todos los hueones XD
Después finalizar todos los malditos papeleos para tener un techo donde vivir. Banco, notaría, inmobiliaria... medio bosque amazónico pereció para que mi novia y yo tengamos nuestra ñoñocueva. De allá para acá, firmando aquí, firmando allá, pagando esto, y esto otro. Y no puedo evitarlo, estar cerca de tanta gente con traje y corbata me termina por poner nervioso. Siempre estoy atento del momento en que alguien grite "¡Hey!, ¡Ese no es uno de nosotros, aún no ha madurado!" y se abalancen sobre mi y me suceda algo horrible.
Y estuve a punto de cambiarme de trabajo. La oportunidad llegó sin pedirla, y se alejó sin poder hacer algo contra ello. Pero la mera idea del cambio de rutina, entrevistas, disfrazarme, y palidecer de horror cada vez que me decían en qué consistía el trabajo (no porque no pudiese hacerlo, sino porque cada vez me convencía más de que no quería hacerlo) y ojo, todo en la misma maldita semana.
Pues eso, como que las cosas me sobrepasaron. Pasaban más allá de mi control, orbitando a mi alrededor, no sabía donde mirar, donde poner la presión, donde apretar y donde soltar. Y me cansé.
Eso si, fue divertidísimo.
Lennon, en una de sus pocas ideas que son de mi agrado, dijo que la vida era aquello que te sucede mientras estás ocupado haciendo otros planes. Tenía toda la razón el hombre. Es tan, tan fácil perderse en el desorden de tu propia vida, dejarse llevar por la corriente de tu propia marea y no darte cuenta de que lo importante, lo que realmente vale la pena, es lo que está pasando por delante de tus narices, no aquello que te dejó marcado y sucedió hace años, o lo que quieres llegar a ser dentro de un par de años más.
Y muchas veces uno se concentra tanto en lo que tiene que hacer, en el yo debo, en lo que se espera de uno, que olvidas el por qué haces lo que haces, y por lo tanto también olvidas quién eres. Estamos tan seguros de saber quién somos, sólo por el hecho de que nos miramos al espejo todos los días, sólo porque contestamos a cierto nombre cuando se nos llama, que no nos damos cuenta de que todo ello son sólo constructos, aritificios en los que creemos para no ver el hecho de que nada es seguro en la vida; ni siquiera saber quién y qué eres.
Y cuando la gente se siente así de asustada y perdida, suele recurrir a algo espiritual. Por estos lados del mundo, ese sería Dios. O para ser más preciso, lo que un montón de tipos de oscuros hábitos y con oscuros hábitos te dicen, sin posibilidad de discutirlo, lo que es Dios.
Yo hace tiempo que preferí creer en mí mismo. O sea, si tengo que demostrar una entrega y una obediencia ciega en algo, que sea al menos en alguien a quien puedo agarrar a patadas si me falla, y con la certeza absoluta de saber que hizo todo lo que pudo. Oséase, yo mismo.
Tal como lo veo, se trata de dos puntos de vista. Uno, en el que depositas tu fé, tu esperanza, tu aliento, tu fuerza vital, en algo externo. Yo lo hago en algo interno.
Y en el heavy metal, por supuesto.
No, no me estoy contradiciendo, estimado lector. Permítame explicarme, y que conste que ya dije que esto podía resultar un poco mareador.
Creo en mí, no en ninguna divinidad que nos juzga desde arriba. Prefiero a la gente de abajo, o sea, a los seres humanos. Que no son ninguna maravilla, y que frecuentemente decepcionan y dan ganas de amarrarlos a todos y tirarlos al mar, sí, es cierto, eso pasa. Pero al mismo tiempo son ellos los que, de una forma u otra, también representan todo aquello a lo que es bello, honesto y loable en esta tierra.
Hace un tiempo alguien me dijo si pensaba madurar alguna vez y dejar de escuchar heavy metal, como si eso fuese una etapa y no una forma de vida. Y la gracia que tiene es que no es una forma de vida estamentada, institucionalizada, pauteada y adorada. Es algo más bien abstracto, que se define por ciertas actitudes que a mi juicio, son positivas y respetables.
Una de ella, es encontrar siempre, de donde sea, la fuerza para salir adelante.
Y mientras mucha gente elige libros de autoayuda, gurús comunicacionales, libros bestsellers que dicen contener un secreto (lo que es gracioso si uno lo piensa, porque en el momento en el que más de una persona leyó el libro, deja de ser un secreto ¿no?), y todo ese tipo de cosas, yo me quedo con mi música, mis amigos, y por supuesto y lo más importante, el amor de mi vida, la Dani.
Y en este caso, también me quedo con Pantera.
El siguiente post contiene varias curvas, algunos callejones sin salida (posiblemente algo siniestros), un par de calles cortadas y varios lugares no gobernados por la lógica o el sentido común. O sea, voy a decir lo que se me ha pasado por la cabeza la última semana. E intentar explicar cómo funciona mi mente siempre ha sido un poco complicado para personas no familiarizadas con la lógica no euclidiana.
La última semana fue una olla a presión. Hacía tiempo que no estaba tan tenso. Por un lado uno de mis mejores amigos se fue a gringolandia, a estudiar por cinco o siete años. Yo no me crié aquí, lo hice en una pequeña y hermosa isla en las costas del Mediterráneo y llegué a este aún más hermoso país hace unos 13 años. Por lo tanto no tengo amigos de la infancia, no he vuelto a ver a nadie con quien haya estado los primeros 8 años de escolaridad, ni nada parecido. Por lo que mis amigos del colegio son lo más cercano que tengo a los amigos de toda la vida. Uno de ellos es mi hermano, los otros son mis mejores amigos. Uno de ellos ya se fue a Alemania, y el otro ahora a USA. O sea espanto a todos los hueones XD
Después finalizar todos los malditos papeleos para tener un techo donde vivir. Banco, notaría, inmobiliaria... medio bosque amazónico pereció para que mi novia y yo tengamos nuestra ñoñocueva. De allá para acá, firmando aquí, firmando allá, pagando esto, y esto otro. Y no puedo evitarlo, estar cerca de tanta gente con traje y corbata me termina por poner nervioso. Siempre estoy atento del momento en que alguien grite "¡Hey!, ¡Ese no es uno de nosotros, aún no ha madurado!" y se abalancen sobre mi y me suceda algo horrible.
Y estuve a punto de cambiarme de trabajo. La oportunidad llegó sin pedirla, y se alejó sin poder hacer algo contra ello. Pero la mera idea del cambio de rutina, entrevistas, disfrazarme, y palidecer de horror cada vez que me decían en qué consistía el trabajo (no porque no pudiese hacerlo, sino porque cada vez me convencía más de que no quería hacerlo) y ojo, todo en la misma maldita semana.
Pues eso, como que las cosas me sobrepasaron. Pasaban más allá de mi control, orbitando a mi alrededor, no sabía donde mirar, donde poner la presión, donde apretar y donde soltar. Y me cansé.
Eso si, fue divertidísimo.
Lennon, en una de sus pocas ideas que son de mi agrado, dijo que la vida era aquello que te sucede mientras estás ocupado haciendo otros planes. Tenía toda la razón el hombre. Es tan, tan fácil perderse en el desorden de tu propia vida, dejarse llevar por la corriente de tu propia marea y no darte cuenta de que lo importante, lo que realmente vale la pena, es lo que está pasando por delante de tus narices, no aquello que te dejó marcado y sucedió hace años, o lo que quieres llegar a ser dentro de un par de años más.
Y muchas veces uno se concentra tanto en lo que tiene que hacer, en el yo debo, en lo que se espera de uno, que olvidas el por qué haces lo que haces, y por lo tanto también olvidas quién eres. Estamos tan seguros de saber quién somos, sólo por el hecho de que nos miramos al espejo todos los días, sólo porque contestamos a cierto nombre cuando se nos llama, que no nos damos cuenta de que todo ello son sólo constructos, aritificios en los que creemos para no ver el hecho de que nada es seguro en la vida; ni siquiera saber quién y qué eres.
Y cuando la gente se siente así de asustada y perdida, suele recurrir a algo espiritual. Por estos lados del mundo, ese sería Dios. O para ser más preciso, lo que un montón de tipos de oscuros hábitos y con oscuros hábitos te dicen, sin posibilidad de discutirlo, lo que es Dios.
Yo hace tiempo que preferí creer en mí mismo. O sea, si tengo que demostrar una entrega y una obediencia ciega en algo, que sea al menos en alguien a quien puedo agarrar a patadas si me falla, y con la certeza absoluta de saber que hizo todo lo que pudo. Oséase, yo mismo.
Tal como lo veo, se trata de dos puntos de vista. Uno, en el que depositas tu fé, tu esperanza, tu aliento, tu fuerza vital, en algo externo. Yo lo hago en algo interno.
Y en el heavy metal, por supuesto.
No, no me estoy contradiciendo, estimado lector. Permítame explicarme, y que conste que ya dije que esto podía resultar un poco mareador.
Creo en mí, no en ninguna divinidad que nos juzga desde arriba. Prefiero a la gente de abajo, o sea, a los seres humanos. Que no son ninguna maravilla, y que frecuentemente decepcionan y dan ganas de amarrarlos a todos y tirarlos al mar, sí, es cierto, eso pasa. Pero al mismo tiempo son ellos los que, de una forma u otra, también representan todo aquello a lo que es bello, honesto y loable en esta tierra.
Hace un tiempo alguien me dijo si pensaba madurar alguna vez y dejar de escuchar heavy metal, como si eso fuese una etapa y no una forma de vida. Y la gracia que tiene es que no es una forma de vida estamentada, institucionalizada, pauteada y adorada. Es algo más bien abstracto, que se define por ciertas actitudes que a mi juicio, son positivas y respetables.
Una de ella, es encontrar siempre, de donde sea, la fuerza para salir adelante.
Y mientras mucha gente elige libros de autoayuda, gurús comunicacionales, libros bestsellers que dicen contener un secreto (lo que es gracioso si uno lo piensa, porque en el momento en el que más de una persona leyó el libro, deja de ser un secreto ¿no?), y todo ese tipo de cosas, yo me quedo con mi música, mis amigos, y por supuesto y lo más importante, el amor de mi vida, la Dani.
Y en este caso, también me quedo con Pantera.
Ojo, que va subtitulado, así como para el que no sepa inglés o no guste del sonido, se entere igual de lo que estoy hablando.
5 comentarios:
Clap clap clap!
Vaya semanita mel, jeje. Felicidades por la casa propia y a bautizar cada rincón con la novia!
Como que no crees en ningún dios externo!!! Maldito ateo y mentiroso! Qué hay de Mua`dib y Cthulhu?! Ereje! XD
¡Gracias!
Reconozco perfectamente a Mua'Dib y Cthulhu como dioses... lo que pasa es que no les pido nada XD
Uf que semana¡¡
Espero que cuando sea la inauguración de la ñoñocueva nos presuman las fotos¡¡
;)
¡Enhorabuena!
¡Madura y deja de escuchar gargajeros! XD
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Ya sólo te falta seguir a Mondesvol.
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